sábado, 17 de noviembre de 2012
¡Todo gratis, señores!
Hace unos días, la gente de Guadamatilla nos habló en su blog de un acalorado debate surgido en facebook sobre la nueva modalidad de actividades que incian este año. Podemos resumir rápidamente el sujeto de la polémica: a partir de ahora, las actividades de Guadamatilla no serán necesariamente gratuitas. Para la visita al Parque Natural de la Sierra de Cardeña y Montoro (aquí, las fotos), diseñaron una ruta guiada por integrantes de una empresa especializada en eso que alguna vez se llamó "interpretación del Medio Ambiente", con un coste de 6 € para cada participante. No es, naturalmente, que Guadamatilla se lucre con la actividad, sino que decide pagar a profesionales que ponen sus conocimientos al servicio de los visitantes. Y a algunos les ha parecido muy mala idea, entendiendo que el disfrute de la naturaleza debe ser gratuito.
Y ahí puede estar la clave, en el concepto de gratuidad, que creemos demasiadas veces que debe caracterizar cualquier actividad y sobre todo si están relacionadas con la cultura o la naturaleza. Porque la gratuidad -pensamos a veces- implica democratizar el acceso a los bienes y servicios culturales o medioambientales. Pero ¿de verdad es así?
¿Es lo gratis más democrático?
En realidad, ni siquiera se puede contestar a esta pregunta, porque surge de un planteamiento totalmente erróneo, ya que nada es gratis. De forma que tendríamos que replantear la pregunta: ¿es más democrático aquello que es gratis para el usuario / consumidor? Y para responder tendremos necesariamente que conocer quién costea la actividad y con qué finalidad lo hace.
Creo que un ejemplo claro es que nos ofrece la situación actual de la prensa escrita. Se trata de un sector que en los últimos tiempos está perdiendo gran parte de la fuerza económica, política, social y cultural que ha tenido durante los últimos 200 años. La crisis económica ha llevado a muchos diarios a reducir plantilla, con la consiguiente disminución de la calidad, que provoca más pérdida de lectores y, por consiguiente, mayores problemas económicos. Ningún medio vive hoy en día del precio pagado por los lectores (algunos medios optaron directamente por la gratuidad, sin que su situación económica sea muy diferente a la de los medios de pago), y a duras penas pueden sobrevivir con los ingresos por publicidad. En cualquier caso, son los anunciantes y, sobre todo, los intereses particulares de los accionistas de los grupos propietarios, los que marcan de forma clara y rotunda la línea editorial. Y hoy no tenemos diarios independientes porque quien paga, manda, y no somos los lectores quienes pagamos. De esta forma, la gratuidad de los diarios no está relacionada con la independencia de los medios ni, por supuesto, con una mayor proyección democrática. Si acaso, al contrario.
De forma que, en general, creo que no debemos confundir lo supuestamente gratuito (ya he dicho que, hoy en día, todo tiene un coste) con un mayor nivel democrático. Porque, en definitiva, sólo conozco tres formas de ofertar actividades sin coste para los usuarios: que este coste sea asumido por la Administración Pública (es decir, que paguemos entre todos, lo que me parece necesario en la oferta de servicios básicos para la población), que beneficie intereses comerciales o industriales privados (como los famosos museos dedicados a difundir las bondades de un producto y una forma de producción de vino, de aceite, de automóviles... totalmente legítimos siempre que no se oculten esos intereses) o que sean asumidos, como en el caso de Guadamatilla, por voluntarios que simplemente disfrutan difundiendo nuestro patrimonio natural o cultural.
Contra lo que defendía un propietario durante la visita realizada precisamente por Guadamatilla a la zona de la Venta de la Inés, la observación de la naturaleza, por suerte, sigue siendo gratuita. Pero una cosa es que tengamos el derecho de observar sin pagar, y otra que nos lo enseñen gratis. Porque para que nos enseñen correctamente el patrimonio histórico o natural, nuestros guías han tenido que formarse durante años, y después dedicar horas a la preparación de la visita. Y, como todos, también tienen la rara aspiración de comer tres veces al día (cinco, según recomiendan algunos dietistas).
Por eso, creo que la postura adoptada en este caso por la asociación Guadamatilla ha sido totalmente acertada. Porque en la comarca de Los Pedroches tenemos un patrimonio histórico y natural de enorme interés, pero que sólo podrá ofrecernos beneficios sociales, culturales y económicos si conseguimos explicarlo, interpretarlo. No nos valen señalizaciones, ni mapas de recorrido; nada de esto puede compararse a la visita guiada por los escondidos tesoros de la comarca. Esta empresa, como las que deberían empezar a surgir en nuestros pueblos, permite que jóvenes preparados encuentren un modo de vida en nuestra tierra. Pero además ofrecen un servicio totalmente necesario si queremos disfrutar y hacer disfrutar a quienes nos visiten de nuestro paisaje, de nuestra historia. Un disfrute que, además, puede generar nuevos recursos económicos para toda la zona.
Hacer la competencia a estos emprendedores que intentan generar riqueza en nuestros pueblos desde una asociación preocupada por la conservación y difusión de nuestro patrimonio natural sería, directamente, empezar a matar la gallina que quizá algún día podría ofrecernos sus huevos de oro. Mi aplauso para la postura de Guadamatilla.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Y mi aplauso también.
Creo que es un camino acertado y necesario, y que estos servicios "culturales" cada vez serán más demandados y que ellos mismos pueden generar una demanda inducida.
Hasta ahora no he tenido la oportunidad de leer la entrada. Pero comio dice el refrán, más vale tarde que nunca.
Aplaudo el apoyo a la cultura, a los emprendedores y a la maravillosa entrada que nos has brindado de manera "gratuita"...
Publicar un comentario