La vitrina dedicada a al-Andalus, durante el montaje |
La segunda vitrina del bloque temático Oriente y Occidente en la exposición temporal Mugawwar - Corduba nos presenta, nuevamente con piezas procedentes tanto del Museo Arqueológico de Córdoba como del Museo PRASA Torrecampo, un rápido recorrido por la evolución histórica de al-Andalus.
Dinar indiccional. MPT, 5810. |
Precintos de plomo. Primera mitad del siglo VIII. MPT, 2322-2323 |
Detrás de esta pequeña moneda se exponen dos dirhemes emirales, ya con la tipología clásica de la moneda de plata andalusí. Estas piezas, pertenecientes a las colecciones del Museo Arqueológico de Córdoba, fueron acuñadas en Córdoba durante los mandatos de Abd al-Rahman I y al-Hakam I. Junto a ellas se exponen dos pequeñas piezas de plomo, fechadas en la primera mitad del siglo VIII, del Museo PRASA Torrecampo. Se trata de dos precintos que presentan una leyenda simple ("al-Andalus"). Su importancia histórica deriva no sólo del hecho de que se encuentren entre las primeras piezas en las que se menciona el nombre de la entonces provincia del Imperio Islámico, al-Andalus, sino también de su uso: el pago a las tropas se realizaba mediante monedas y metales preciosos que se trasladaban en pequeñas sacas; para evitar indeseados extravíos, estas sacas eran precintadas con estos elementos de plomo, que garantizaban la conservación durante el transporte de la integridad de su contenido.
Dedal con inscripción. Califal. MPT, 7575. |
A su izquierda se presenta un conjunto de monedas almorávides de plata (qirates) junto a un cuño utilizado para la elaboración de estas piezas. Todo ello perteneciente a las colecciones del Museo Arqueológico de Córdoba y fechado en el siglo XI. La existencia de estas pequeñas acuñaciones de plata se explica por el tremendo auge de la circulación monetaria desarrollado en al-Andalus desde el califato, incomparable respecto a cualquier otro lugar de la Europa medieval. Las acuñaciones, en oro o en plata, pretenden en estos momentos afianzar la imagen de poder del Estado, utilizándose para pagos oficiales (tropas, impuestos, etc.). Pero en la Córdoba del siglo X la circulación monetaria fue mucho más allá, y se acuñaron una inmensidad de dirhemes de plata que fueron utilizados por buena parte de la población. El valor de esta moneda de plata era muy elevado para realizar pagos cotidianos, pero los cordobeses se habían acostumbrado a realizar muchos de ellos con moneda, en lugar del socorrido recurso del trueque de productos.
Para ello, ya desde el siglo VIII se habían realizado acuñaciones de moneda fraccionaria, de menor valor, en bronce. Pero estas monedas, llamadas feluses, no parece que alcanzaran un gran éxito. La moneda vale lo que su peso en metal, y resultaba muy complicado convencer a la población de que un determinado peso de bronce, metal no noble, puede tener el mismo valor que la plata o el oro. En su lugar, en la Córdoba califal fue muy habitual que se recurriera a recortar las monedas, realizándose los pagos mediante pequeños fragmentos de dirham. Así, en los relativamente abundantes tesorillos de la época suelen aparecer monedas completas junto a un gran número de fragmentos. En principio, este recurso no tenía que plantear mayores problemas (y así fue durante mucho tiempo), ya que el valor de los fragmentos, al igual que el de las piezas completas, se establece mediante una balanza: tanto pesa, tanto vale. Pero desde el punto de vista religioso sí existía un inconveniente: las monedas contienen leyendas que reflejan el carácter religioso del Estado y, si no es tan problemática la ruptura de la pieza de plata, sí puede llegar a serlo, mediante un análisis riguroso, la ruptura de estas leyendas. Para conjugar la necesidad de monedas de menor valor que el dirham con la desconfianza que la población siente ante piezas monetarias realizadas en metales diferentes al oro y la plata, los almorávides recurrieron a la acuñación de estos pequeños qirates.
También una moneda sirve para cerrar este bloque de la exposición. A pesar de su aspecto, y de presentar las leyendas en árabe, se trata de una moneda castellana, acuñada por Alfonso VIII a fines del siglo XII y que, por su semejanza con las monedas musulmanas, se conoce como morabetino. Los monarcas castellanos llevaban tiempo sin acuñar moneda de oro, y Alfonso VIII sabía que estas piezas otorgaban prestigio al Estado, al ser indicativas por una parte de la riqueza del territorio y por otra del control que sobre éste podría ejercer el monarca. Para el diseño de la moneda, al igual que les había sucedido a los musulmanes en el 712, no existía ya una tradición que seguir. Por ello, los castellanos deciden inspirarse en el dinar almorávide, la moneda de mayor prestigio (el "dolar" de la época, para que nos entendamos).
Morabetino. S. XII. MPT, 5806. |
[Se puede acceder a una ficha más completa de uno de los morabetinos pertenecientes al Museo PRASA Torrecampo a través de la página web del proyecto Qantara, del Instituto del Mundo Árabe de París].
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