viernes, 17 de mayo de 2013

Los Romero de Torres y los Museos

Postal. Julio Romero de Torres. Roma, 1889
En torno al 18 de mayo, los museos de todo el mundo celebran el Día Internacional de los Museos. Como todos los años, los museos cordobeses llenan la ciudad de actividades culturales. Anoche, el Museo Arqueológico dio el pistoletazo de salida con la publicación del fallo del jurado del X Concurso de Relato Breve (1, 2 y 3). Unos días antes (en este caso, el pasado martes 14 de mayo), los profesionales de los museos nos reunimos en el Cementerio de San Rafael para rendir un tributo a una familia esencial en el desarrollo del arte, de los museos y de la cultura cordobesa: la de Rafael Romero Barros. En esta ocasión, me tocó a mí leer el discurso de homenaje, cuyo texto reproduzco a continuación.




Homenaje a los Romero de Torres
Córdoba, 14 de mayo de 2013
Juan Bautista CARPIO DUEÑAS
Director del Museo PRASA Torrecampo



Por sexto año consecutivo, los profesionales de los museos, del arte y del Patrimonio Histórico nos reunimos aquí para rendir homenaje a la familia Romero de Torres.

Hoy vivimos en una sociedad muy compleja. A pesar de ser la mayoría de nosotros historiadores, muchas veces olvidamos recordar el pasado de nuestra profesión. Y, cuando lo hacemos, los indudables avances tecnológicos y la reciente definición científica de nuestras profesiones nos hacen mirar atrás con un cierto aire de superioridad. De ahí la importancia de esta cita anual que nos permite valorar el trabajo de los diferentes miembros de la familia Romero de Torres que, en Córdoba, pusieron las bases de nuestra profesión.

Cuando, en 1862, Rafael Romero Barros se trasladó a Córdoba, la ciudad era un verdadero páramo cultural. Llegó para montar y dirigir el museo de pinturas (y luego también arqueológico), que se había instalado poco antes en el Hospital de la Caridad. Más tarde se integrarían en el edificio la Escuela de Bellas Artes, la Real Academia y la Biblioteca Provincial, para configurar el más importante núcleo cultural de la Córdoba de fines del siglo XIX.

Faltaban aún muchos años para que el ICOM definiera las funciones que debe cumplir todo museo. A pesar de ello, Romero Barros y después de él su hijo, Enrique Romero de Torres, al que sucedería en la dirección del museo Rafael Romero de Torres Pellicer, desarrollaron un verdadero programa de conservación, documentación, investigación, difusión y disfrute del Patrimonio Histórico.

La labor de Rafael Romero Barros en la Escuela de Bellas Artes, paralelo y complemento perfecto para el museo, hizo posible el nacimiento de una nueva época dorada del arte cordobés, y sus frutos llenaron buena parte del siglo XX. A su hijo Enrique, por su parte, le debemos la conservación de los edificios que hoy disfrutamos en la Plaza del Potro, desde la Posada hasta la fachada del antiguo Hospital de la Caridad. Durante varias décadas, Enrique desarrolló un verdadero proyecto de rehabilitación integral de los valores patrimoniales de este espacio urbano, aunque en su época todavía no se utilizara esta terminología.

Porque los Romero fueron, desde el principio, adelantados a su tiempo. Y, si hay que destacar una característica fundamental entre su ingente labor, yo escogería su clara visión de la capacidad del arte, de los museos y del Patrimonio Histórico para transformar la sociedad en la que vivían. Enseñando artes aplicadas a la industria a hijos de trabajadores; abriendo las aulas a la mujer; luchando por la conservación del Patrimonio heredado para legarlo a las futuras generaciones; poniendo su trabajo, en definitiva, al servicio de la sociedad.

Y todo ello lo hicieron con una absoluta precariedad de medios. Por eso es importante que los profesionales de los museos, del arte y del Patrimonio Histórico dediquemos este día a recordar su memoria. Y que tengamos presente en nuestro trabajo que no todo se ha inventado en las últimas décadas, y que nuestra escasez presupuestaria, que seguramente los Romero de Torres verían como verdadero lujo asiático, no es excusa para olvidar cuál es la función principal de nuestra profesión: poner la cultura al servicio de la sociedad. Para hacernos así dignos herederos del trabajo de gestión cultural desarrollado por tres generaciones de esta familia clave para la cultura cordobesa.





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