Postal. Julio Romero de Torres. Roma, 1889 |
Homenaje a los Romero de Torres
Córdoba, 14 de mayo de 2013
Juan Bautista CARPIO DUEÑAS
Director del Museo PRASA Torrecampo
Por sexto año consecutivo,
los profesionales de los museos, del arte y del Patrimonio Histórico nos
reunimos aquí para rendir homenaje a la familia Romero de Torres.
Hoy vivimos en una sociedad
muy compleja. A pesar de ser la mayoría de nosotros historiadores, muchas veces
olvidamos recordar el pasado de nuestra profesión. Y, cuando lo hacemos, los
indudables avances tecnológicos y la reciente definición científica de nuestras
profesiones nos hacen mirar atrás con un cierto aire de superioridad. De ahí la
importancia de esta cita anual que nos permite valorar el trabajo de los diferentes
miembros de la familia Romero de Torres que, en Córdoba, pusieron las bases de
nuestra profesión.
Cuando, en 1862, Rafael
Romero Barros se trasladó a Córdoba, la ciudad era un verdadero páramo
cultural. Llegó para montar y dirigir el museo de pinturas (y luego también
arqueológico), que se había instalado poco antes en el Hospital de la Caridad. Más tarde se
integrarían en el edificio la
Escuela de Bellas Artes, la Real Academia y la Biblioteca Provincial,
para configurar el más importante núcleo cultural de la Córdoba de fines del siglo
XIX.
Faltaban aún muchos años para
que el ICOM definiera las funciones que debe cumplir todo museo. A pesar de
ello, Romero Barros y después de él su hijo, Enrique Romero de Torres, al que
sucedería en la dirección del museo Rafael Romero de Torres Pellicer, desarrollaron
un verdadero programa de conservación, documentación, investigación, difusión y
disfrute del Patrimonio Histórico.
La labor de Rafael Romero
Barros en la Escuela
de Bellas Artes, paralelo y complemento perfecto para el museo, hizo posible el
nacimiento de una nueva época dorada del arte cordobés, y sus frutos llenaron
buena parte del siglo XX. A su hijo Enrique, por su parte, le debemos la
conservación de los edificios que hoy disfrutamos en la Plaza del Potro, desde la Posada hasta la fachada del
antiguo Hospital de la Caridad. Durante
varias décadas, Enrique desarrolló un verdadero proyecto de rehabilitación
integral de los valores patrimoniales de este espacio urbano, aunque en su
época todavía no se utilizara esta terminología.
Porque los Romero fueron,
desde el principio, adelantados a su tiempo. Y, si hay que destacar una
característica fundamental entre su ingente labor, yo escogería su clara visión
de la capacidad del arte, de los museos y del Patrimonio Histórico para
transformar la sociedad en la que vivían. Enseñando artes aplicadas a la
industria a hijos de trabajadores; abriendo las aulas a la mujer; luchando por
la conservación del Patrimonio heredado para legarlo a las futuras
generaciones; poniendo su trabajo, en definitiva, al servicio de la sociedad.
Y todo ello lo hicieron con
una absoluta precariedad de medios. Por eso es importante que los profesionales
de los museos, del arte y del Patrimonio Histórico dediquemos este día a
recordar su memoria. Y que tengamos presente en nuestro trabajo que no todo se
ha inventado en las últimas décadas, y que nuestra escasez presupuestaria, que
seguramente los Romero de Torres verían como verdadero lujo asiático, no es
excusa para olvidar cuál es la función principal de nuestra profesión: poner la
cultura al servicio de la sociedad. Para hacernos así dignos herederos del
trabajo de gestión cultural desarrollado por tres generaciones de esta familia
clave para la cultura cordobesa.
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