Frente a la masificación de los grandes museos (como el Louvre), en las últimas décadas se ha producido una verdadera revolución en los museos que podemos llamar "de medio y pequeño formato". Las propuestas de la "nueva museología" no sólo están hoy genéricamente aceptadas en nuevos museos de carácter temático, sino que han llegado a algunas de las instituciones museísticas más clásicas: los museos provinciales. En Córdoba, tanto el Arqueológico como el Bellas Artes son hoy buenos ejemplos. Además, por supuesto, de muchos de los museos locales de la provincia.
La exclusividad que parecían tener los directores de museos en la investigación sobre los fondos ha desaparecido casi completamente. De hecho, cada vez somos más quienes pensamos que los investigadores externos no sólo enriquecen nuestro conocimiento sobre los fondos, sino que además funcionan como una forma privilegiada de difusión del museo. Se ha modernizado la administración y el sistema de documentación de las colecciones, se han puesto en marcha programas de conservación preventiva (evitando, por ejemplo, el flash omnipresente en las salas del Louvre). Pero si hay algún cambio que los visitantes han podido experimentar directamente, sin duda ha sido el del concepto expositivo. Las exposiciones tipológicas destinadas únicamente al supuesto disfrute de especialistas han dejado paso a unos diseños modernos, accesibles para todos, y complementados por actividades didácticas y de divulgación.
La transformación del modelo expositivo en las últimas decadas es clara muestra de un cambio en la consideración del papel que el museo debe jugar en la sociedad. El museo tradicional exponía sus tesoros, todos sus tesoros, clasificados de acuerdo con las tipologías científicas (histórico - arqueológica, artística, geológica, biológica o de cualquier otro tipo, en función de la especialización del museo). Como resultado, podíamos encontrar una vitrina con 87 puntas de flecha calcolíticas, por ejemplo. Tremendamente aburrido para un público que si de algo salía convencido tras el recorrido era de la enorme magnitud de su ignorancia. Que no se enteraba uno de nada, vamos.
Hoy, en muchos museos se acepta directamente que la exposición, sin dejar a un lado el rigor científico, debe diseñarse con un criterio didáctico. Para mi, las piezas son realmente palabras que, bien encajadas entre sí, forman frases (vitrinas) y, en conjunto, un discurso coherente. La exposición debe contar una historia, con su principio y su fin. Y, de igual forma que el uso de bonitas palabras no construye necesariamente un buen relato, tampoco las piezas espectaculares crean por sí mismas una buena exposición. El buen relato, la buena exposición, consiste para mí en articular una buena narración escogiendo con cuidado las palabras, las piezas más adecuadas. Y, si uno sale de un museo más confuso de lo que entró, es que ha fallado el discurso museológico y su desarrollo práctico, la museografía.
Como todo se entiende mejor con un ejemplo, intentaré explicar lo que yo considero una buena sala expositiva a través de un montaje museográfico que ya he aplaudido alguna vez en este blog: el Museo de la Cultura del Vino de Briones (La Rioja). Me centraré en concreto en una de las salas, dedicada a explicar el proceso de fabricación de los contenedores del vino. Un espacio que presenta la gran virtud (para mí al menos) de mostrar el tema de forma completa, con una gran claridad y ¡sin utilizar ni un sólo texto!
En este espacio, que lleva por título "guardar las esencias", se desarrollan tres temas fundamentales:
- Toneles o barricas. Colocándonos en el centro de la sala, nos rodean cinco vitrinas que nos cuentan en otros tantos pasos el proceso de construcción de una barrica, desde el corte de los troncos de madera hasta su terminación final. El centro de cada vitrina está ocupado por una reproducción de la barrica en la fase de trabajo correspondiente. A su alrededor se exponen los instrumentos de trabajo utilizados. Frente a ellos, una pantalla de video nos muestra el proceso de forma continua.
- Botellas de vidrio. Una vitrina lineal muestra un resumen de la evolución histórica de las botellas, a través de ejemplares originales acompañados de una cartela simple (nombre y fecha). El proceso de fabricación, tanto tradicional (vidrio soplado) como industrializado se muestra a través de un vídeo sin locución alguna y de una duración que no debe de ser muy superior al minuto y medio.
- El tapón de corcho. Junto a algunas muestras de material empleado y del instrumental tradicional, un video de similar duración al anterior, y también sin locución alguna, ilustra perfectamente el trabajo de elaboración y su evolución histórica hasta la actualidad.
Os dejo con las fotografías de las cinco vitrinas. Un claro ejemplo del tipo de exposiciones que me gustan.
1 |
2 |
3 |
4 |
y 5 |
Para finalizar el recorrido, la última sala de este museo no deja de ser curiosa, ya que expone una espectacular colección de sacacorchos, para destapar estos contenedores de esencias y disfrutar de su contenido. Eso hicimos no hace mucho, como se muestra en la imagen que encabeza esta entrada, en la terraza del jardín trasero, admirando las viñas y las montañas que dan acceso al País Vasco.
Colección de sacacorchos, al final del recorrido expositivo |
No hay comentarios:
Publicar un comentario