Con MJ. Sánchez, en Pedroche (foto Solienses) |
El pasado sábado 29 de junio participé, junto a María Jesús Sánchez, en las IV Jornadas de Historia Local de Pedroche (ver información y enlaces en Pedroche en la red). Aprovechando que María Jesús, novelista e historiadora, está enfrascada en la escritura de una novela histórica parcialmente ambientada en el Pedroche del siglo XIII, intentamos apuntar algunas consideraciones sobre las difíciles relaciones entre el historiador y el novelista, sobre todo el autor de novela histórica.
El historiador intenta reconstruir el pasado utilizando para ello una metodología científica. El novelista, por su parte, es un artista cuya pretensión fundamental es generar emociones a través de la lectura de su obra. Dos objetivos muy diferentes que a veces generan roces, sobre todo cuando la obra literaria utiliza unos personajes, hechos o ambientación de carácter histórico.
De hecho, la relación del historiador con la literatura siempre ha sido problemático. Tradicionalmente, la obra literaria o artística ni siquiera ha sido considerada como una fuente fiable para el estudio del pasado. La historiografía tradicional se dedicaba al estudio de reyes, nobles y alto clero, que son quienes aparecen reflejados en crónicas y documentos, fundamentalmente de las cancillerías reales. Cuando, ya en el siglo XX, algunos historiadores comienzan a preocuparse por la historia social, de las mentalidades o, en definitiva, de los llamados no privilegiados (frente a los privilegiados: realeza, nobleza y clero), necesitan buscar nuevas fuentes de información y es entonces cuando comienzan a recurrir a las obras artísticas y literarias.
Aunque ya está muy superada la historiografía positivista del siglo XIX y hoy resulta habitual que, al hablar por ejemplo de la pequeña nobleza urbana de la Castilla de fines de la Edad Media, nos venga inmediatamente a la mente el Calixto de La Celestina, lo cierto es que los historiadores continuamos mirando la obra literaria con cierto recelo. Recelo que puede crecer cuando el escritor "se mete en nuestro campo" y presenta una novela histórica. Por más que muchos de los escritores sean también historiadores (es el caso de María Jesús, pero también de José Luis Corral, Eslava Galán, Calvo Poyato y un largo etcétera). Parte de la culpa de generar ese recelo podemos echársela a los escritores; pero otra parte es nuestra, de los historiadores.
En algunas ocasiones, determinados escritores de novela histórica defienden su trabajo aludiendo a las horas que han tenido que dedicar a documentarse para poder escribir. Y algunos de ellos llegan a definir ese trabajo, con ciertos aires, como "de investigación". Ahí hemos chocado. Porque investigar no es documentarse. Investigar es aplicar una metodología científica para el análisis de determinados testimonios (textuales, arqueológicos o de cualquier otro tipo) que nos sirven para conocer nuestro pasado. En definitiva, cuando hablamos de novela histórica tenemos que tener claro que nos encontramos ante una obra literaria -artística- y no científica. Lo que no significa, por supuesto, que su valor sea menor. Simplemente, son cosas diferentes.
También tenemos que reconocer los historiadores que parte de nuestro recelo ante la novela histórica es, directamente, culpa nuestra. No porque seamos más tontos que nadie (como algunos -espero que muy pocos- parecen haber entendido tras una lectura parcial e interesada de una entrada anterior) sino porque no podemos evitar sentir una cierta envidia al ver cómo los buenos novelistas pueden recrear de manera no sólo más atractiva, sino muchas veces muy acertada, unos ambientes a los que nosotros, esclavos de las fuentes y de la metodología científica, nunca conseguiremos llegar.
Personalmente, me gusta la novela histórica. Y creo que, cuando está bien escrita, cumple una adecuada función de difusión de la Historia. Siempre que, como lectores, tengamos en cuenta que no nos enfrentamos a una obra científica sino a un relato literario. Y si con estas obras se consigue incrementar el gusto por la lectura y por la Historia, doble beneficio.
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