lunes, 11 de junio de 2012

Mis archivos

Privilegio rodado de Fernando III por el que dona al concejo de Córdoba los castillos de Almodóvar, Chillón, Santa Eufemia, la villa y castillo de Gahete y la villa de Pedroche. Archivo Municipal de Córdoba, 01.02.01.

El día 9 de junio es la fecha elegida por el Consejo Internacional de Archivos para conmemorar el Día Internacional de los Archivos.Y, aunque estos días ando especialmente falto de tiempo, no quería desaprovechar esta ocasión para dedicar una entrada del blog a unas instituciones que resultan esenciales  para los historiadores. Sobre todo, para aquellos que nos hemos dedicado especialmente al estudio del período posterior al siglo XIII. Aunque ya durante mis estudios de licenciatura había empezado a conocer algunas instituciones archivísticas, fue a partir del final de la carrera cuando entré de lleno en el difícil pero apasionante mundo de la investigación a través de los fondos documentales que custodian. Por eso hoy quería escribir sobre mis archivos.

Mi primer contacto con los archivos fue a través de la documentación del siglo XV conservada en el Archivo Municipal de Córdoba. Allí comencé a habituarme primero a leer la letra medieval cortesana, y más adelante la casi ilegible letra procesal del siglo XVI. Y también tuve que aprender a desentrañar la maraña de datos que, de forma aparentemente anárquica, recogían los escribanos públicos en estos documentos. En aquellos tiempos, el archivo era únicamente un pequeño cubículo sin luz ni ventilación situado al final de las salas de lectura de la Biblioteca Municipal. Y la búsqueda de documentos, una tarea titánica, ya que la mayoría se encontraban sin clasificar. Durante cinco años pasé en este archivo muchísimas horas diarias, extractando y, a veces, transcribiendo los documentos que formarían el cuerpo central de mi tesis doctoral.

Mucho ha cambiado este archivo con el paso de los años. La separación del Archivo y la Biblioteca lo dotó de un espacio totalmente necesario. Y la profesionalización de su gestión, desde que la dirección fue encomendada a Ana Verdú, comenzó a hacer cada día un poco más fácil la consulta de sus magníficos fondos. Hace relativamente poco tiempo volví a trabajar con la documentación del Archivo Municipal de Córdoba. Y no sólo han cambiado los espacios y ha mejorado la ordenación y clasificación de los documentos. Además, las nuevas tecnologías nos permiten hoy optimizar el tiempo. Porque antes de entrar en el edificio de la calle Sánchez de Feria ya hemos podido consultar sus catálogos, y podemos obtener directamente imágenes digitales para su posterior estudio.

También comencé pronto a consultar otros archivos cordobeses. Y, ante la imposibilidad de acceder al Archivo de la Catedral, el segundo gran fondo documental fue, para mí, el conservado en el Archivo Histórico Provincial de Córdoba. Sin embargo, la documentación medieval conservada en este archivo no es ni tan numerosa ni tan interesante como la del Archivo Municipal, por lo que mis consultas a sus fondos fueron mucho más esporádicas, centrándose especialmente en el estudio de los Protocolos Notariales. En aquellos años, sus instalaciones eran mucho más modernas que las del Archivo Municipal, pero las grandes reformas experimentadas por éste han cambiado totalmente la situación.

Castillo de Simancas (Valladolid), sede del archivo
Hace casi 25 años, la sección Registro General del Sello del Archivo General de Simancas era, junto con algunas colecciones de la Real Academia de la Historia (entre ellas, la Colección Vázquez Venegas, cuyos originales del Archivo de la Catedral de Córdoba eran para mí, al menos en aquel tiempo, de imposible consulta) un ejemplo de accesibilidad. Porque sus catálgos estaban en gran parte editados, lo que facilitaba enormemente la búsqueda de información. Aunque la visita a los centros seguía siendo obligatoria si uno quería rastrear el máximo de documentación disponible. Y, en el caso del Archivo General de Simancas, las visitas siempre valían la pena. No sólo por el magnífico trato que el investigador siempre recibía en este centro, sino también por su ubicación en un vistoso castillo, convertido en archivo nacional ya a comienzos del siglo XVI.

También los archivos estatales, como el de Simancas o el Histórico Nacional, son hoy mucho más accesibles, gracias a internet. El Portal de Archivos Estatales (PARES) se ha convertido en una herramienta fundamental para cualquier investigador.


Menos conocido que los anteriores es, para los medievalistas, el Archivo de la Real Chancillería de Granada. Es el archivo que conserva la documentación de la Real Chancillería, tribunal de segunda instancia instaurado por los Reyes Católicos tras la conquista de la ciudad. La documentación que podemos buscar sólo parte de la última década del siglo XV. Pero las características de los procesos judiciales que se dirimían en esta institución nos permiten obtener información, a través de copias de documentos antiguos presentados como prueba o de las declaraciones de los testigos en los juicios, sobre todo el siglo XV y, en ocasiones, incluso para el siglo XIV.

Y, finalmente, no puedo terminar sin aludir al Archivo Municipal de Pozoblanco. Aunque no cuenta con documentación anterior al siglo XVI, conserva colecciones muy interesantes, entre las que se encuentran Protocolos Notariales desde mediados de esa centuria. Hace ya muchos años que Antonio García Herruzo y yo comenzamos un proyecto de edición de las Actas Capitulares, de las que se han publicado 4 volúmenes.

Hay, por supuesto, muchos más archivos muy interesantes. Pero estos han sido durante un tiempo mi lugar habitual de trabajo. Y, aunque con un pequeño retraso, quería rendir aquí un pequeño homenaje a quienes han hecho posible que hoy coservemos sus extraordinarios fondos documentales.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me deja sembrada una duda. La no utilización del Archivo de la Catedral, que es sin duda uno de los grandes pilares del medievo cordobés. Completísimo en fondos y a la puerta de casa. Me lo querría explicar? ¿Es por sus creencias religiosas? No lo comprendendo, y mucho menos en una tesis como la suya, que requería una gran comprensión del territorio desde la Renconquista de la Iglesia.

Juan B. Carpio dijo...

La explicación es muy fácil: no accedí a la documentación del Archivo de la Catedral de Córdoba (ni tampoco consultar el ms. 125 de la Biblioteca de la Catedral, de gran interés) porque no me dejaron entrar. Cuando usted quiera, pregúnteme por la calle y se lo explico más despacio.

Por ello, la imposibilidad física de acceder a la consulta de estos documentos la tuve que intentar salvar con otros recursos. En primer lugar, con los documentos referidos a los primeros años de la conquista transcritos por Julio González en "Reinado y Diplomas de Fernando III". En segundo lugar, con la información que ofrecía Iluminado Sanz Sancho en su magnífica tesis doctoral sobre la organización eclesiástica del Obispado de Córdoba, que acababa de ser publicada (por cierto, tuvimos la suerte de poder escuchar al Dr. Sanz Sancho en las II Jornadas de Historia de Pedroche). En tercer lugar, consultando los lacónicos datos que ofrecía D. Manuel Nieto en los extractos de documentos que publicó con el título de "Corpus Mediaevale Cordubensis". No es lo mismo que poder consultar todos los documentos originales del archivo, pero no me quedó otro remedio que hacerlo así.

Sobre su comentario, lamento no entender la frase "comprensión del territorio desde la Reconquista de la Iglesia". Y no me gusta su insinuación sobre mis creencias religiosas. En primer lugar, porque creer o no creer es una cuestión absolutamente personal, y yo nunca me he caracterizado por falta de respeto ni a las creencias ni a quienes creen. Pero, sobre todo, porque presume que los historiadores modificamos nuestras técnicas de investigación en función de credos o ideologías. Es cierto que eso lo hacen algunos pseudohistoriadores, pero los historiadores que yo conozco, al igual que yo mismo, coincidimos en considerarlo una solemne estupidez. Porque nuestro trabajado, nuestra pasión, es intentar conocer y comprender el pasado, no justificar el presente manipulando la Historia.