miércoles, 28 de noviembre de 2012

X Jornadas de Ategua


Bajo el título experiencias de gestión en patrimonio arqueológico, mañana se inician en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba las X Jornadas de Ategua. Durante estas diez ediciones, la Asociación Cultural Amigos de Ategua ha venido llamando la atención sobre la necesidad de conservar y difundir un excepcional yacimiento arqueológico situado junto a Santa Cruz (Córdoba), con la intención de convertirlo en un motor de desarrollo económico sostenible para esta zona del Valle del Guadalquivir.

Ya tuve la oportunidad de participar en las jornadas el año pasado, para plantear la posibilidad de que una institución museística de nueva creación ofreciera el impulso necesario para sacar el máximo partido al patrimonio no sólo arqueológico, sino también histórico y etnológico de la zona. El programa de este año, que puede consultarse en la web de la Asociación, está muy relacionado con esta idea, acercando experiencias de rentabilización del patrimonio histórico y arqueológico que pueden servir para inspirar iniciativas en Santa Cruz.

Abrirá las jornadas, mañana jueves a las 11 horas, María Dolores Baena, directora del Museo Arqueológico de Córdoba, planteando el ejemplo del papel que este centro juega en el desarrollo del Casco Histórico de Córdoba. Mirando hacia un mundo más rural, me toca continuar una hora más tarde, para proponer como ejemplo el proyecto del Museo PRASA Torrecampo y las posibilidades que ofrece para ayudar al desarrollo de Los Pedroches. Cerrará la primera mañana Alberto Redondo hablando de mariposas, porque no podemos olvidar que el paisaeje y el medio ambiente nos ofrecen unos valores añadidos que no podemos desdeñar en cualquier proyecto de dinamización a través del Patrimonio Histórico. La sesión de tarde estará dedicada a dos de los proyectos que, en fase de desarrollo más o menos avanzado, más ilusión están despertando en nuestra provincia: Torreparedones (Baena), yacimiento del que nos hablará José Antonio Morena, y el Ecomuseo del Río Caicena (Almedinilla), que presentará Ignacio Muñiz.

El viernes, la mañana comenzará con la conferencia de José Clemente Martín de la Cruz, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Córdoba, centrando uno de los ejes sobre los que girarán las charlas del día: sociedad y patrimonio (9 h.). Porque se hablará de las posibilidades de financiación europea para proyectos culturales (Elena Fernández-Conde, de la OTRI de la Universidad de Córdoba, 11.30 h.), del Proyecto Club Patrimonio (Antonio Repullo, del Consorcio Provincial de Desarrollo Económico de la Diputación de Córdoba, 12.30 h.), o de las posibilidades de desarrollo del territorio a través de proyectos patrimoniales (mesa redonda con participación de Antonio Zafra, coordinador de proyectos de Adegua, 15.30 h.). El segundo eje sobre el que girarán las charlas del viernes está más relacionado con experiencias concretas y con realidades cercanas a Santa Cruz. Por la mañana, Isabel Mª Jabalquinto, de la Universidad de Córdoba, hablará sobre el proyecto de puesta en valor de la cueva del Cañaveralejo (10 h.). Ya por la tarde, Jerónimo Sánchez (quien también da cuenta de estas jornadas en su blog) centrará su charla en la zona de Ategua durante la Antigüedad Tardía (16.30 h.) y Luis Alberto López Palomo, junto a Manuel Delgado, hablarán del yacimiento de Fuente Álamo, en Puente Genil (18 h.).

El sábado, las jornadas se cierran con la imprescindible visita a Ategua. Porque así se cumple uno de los objetivos principales tanto de esta actividad como de la propia asociación que le da vida: recordar que Ategua existe, y que puede ofrecer mucho no sólo a una comarca demasiadas veces olvidada, sino también a la oferta cultural y de turismo especializado articulada desde la propia ciudad de Córdoba.

Programa:


lunes, 26 de noviembre de 2012

VI Encuentro de Museos (Córdoba)

Con Fuensanta García, escuchando a Manuela Gómez (foto: El Día de Córdoba)

El pasado sábado se celebró en el salón de actos de la Delegación Provincial de Cultura el VI Encuentro de Museos de la Provincia de Córdoba. Como en ediciones anteriores, el objetivo principal de esta reunión fue el de mantener el periódico contacto entre técnicos de la Junta de Andalucía, directores, conservadores y representantes de instituciones gestoras de museos de Córdoba y provincia. Y, como viene siendo habitual, el encuentro se centró en dos temas de debate propuestos por la organización. En esta ocasión Antonio Ángel Sánchez, alma mater de los encuentros desde su primera edición, propuso a Fuensanta García, directora del Museo de Bellas Artes de Córdoba, que hablara sobre conservación preventiva y a mí, como director del Museo PRASA Torrecampo, para hacerlo sobre arquitectura de museos.

Desde hace años, la conservación preventiva es un concepto habitual en los museos andaluces. Para explicar en qué consiste, Fuensanta utilizó una frase hecha conocida por todos: más vale prevenir que curar. Es decir, la conservación preventiva consiste en actuar sobre el medio en el que se conservan los objetos (controlando la humedad, la temperatura, la incidencia de la luz, etc.) para evitar su deterioro. Porque es más interesante que las piezas no se degraden que tener que realizar posteriormente agresivos trabajos de conservación y restauración. La directora del Museo de Bellas Artes, una de las profesionales que mejor conoce este tema en Andalucía, desgranó las variadas causas de degradación de los objetos conservados en los museos, y las propuestas para mejorar el ambiente en el que se conservan.

Después de 40 años trabajando en los museos y tras 32 dirigiendo la institución cordobesa, Fuensanta anunció públicamente que el próximo 28 de diciembre pasará a situación de jubilación (con carácter anticipado). Sin embargo, todos sabemos que esto no supondrá que deje de estar "en activo" ni mucho menos desligada de un mundo, el de los museos, que recientemente he afirmado que es para ella una verdadera pasión.

Tras la interesante charla de Fuensanta García, me tocó el turno de hablar de arquitectura de museos. No me considero, en absoluto, especialista en este tema, aunque reconozco que me gusta la arquitectura y a lo largo de mi trayectoria profesional he tenido la suerte de vivir el proceso de creación de la nueva sede del Museo Arqueológico de Córdoba y de proyectar la del Museo PRASA Torrecampo. Algún día tendré que contar en este blog más detenidamente por qué veo, en general, muy interesante la rehabilitación de antiguos edificios para museos, o por qué creo que, al crear un edificio para el museo, el resultado final dependerá en gran medida de la capacidad que museólogos y arquitectos hayan tenido para formar un equipo multidisciplinar compacto. Y por qué pongo "pegas" a lo construido por Frank Gehry en Bilbao, uno de los diseños más exitosos para contenedor de un museo, o a la espectacular planta del Museo Judío de Berlín... Queda pendiente.

Tras el encuentro, la prensa provincial aprovechó para lanzarme una cuantas preguntas sobre la situación de los museos en tiempos de crisis. Y algunas de las cosas que respondí aparecen en el Diario Córdoba y en el Día de Córdoba de ayer domingo.



sábado, 17 de noviembre de 2012

¡Todo gratis, señores!


Hace unos días, la gente de Guadamatilla nos habló en su blog de un acalorado debate surgido en facebook sobre la nueva modalidad de actividades que incian este año. Podemos resumir rápidamente el sujeto de la polémica: a partir de ahora, las actividades de Guadamatilla no serán necesariamente gratuitas. Para la visita al Parque Natural de la Sierra de Cardeña y Montoro (aquí, las fotos), diseñaron una ruta guiada por integrantes de una empresa especializada en eso que alguna vez se llamó "interpretación del Medio Ambiente", con un coste de 6 € para cada participante. No es, naturalmente, que Guadamatilla se lucre con la actividad, sino que decide pagar a profesionales que ponen sus conocimientos al servicio de los visitantes. Y a algunos les ha parecido muy mala idea, entendiendo que el disfrute de la naturaleza debe ser gratuito.

Y ahí puede estar la clave, en el concepto de gratuidad, que creemos demasiadas veces que debe caracterizar cualquier actividad y sobre todo si están relacionadas con la cultura o la naturaleza. Porque la gratuidad -pensamos a veces- implica democratizar el acceso a los bienes y servicios culturales o medioambientales. Pero ¿de verdad es así?

¿Es lo gratis más democrático?

En realidad, ni siquiera se puede contestar a esta pregunta, porque surge de un planteamiento totalmente erróneo, ya que nada es gratis. De forma que tendríamos que replantear la pregunta: ¿es más democrático aquello que es gratis para el usuario / consumidor? Y para responder tendremos necesariamente que conocer quién costea la actividad y con qué finalidad lo hace.

Creo que un ejemplo claro es que nos ofrece la situación actual de la prensa escrita. Se trata de un sector que en los últimos tiempos está perdiendo gran parte de la fuerza económica, política, social y cultural que ha tenido durante los últimos 200 años. La crisis económica ha llevado a muchos diarios a reducir plantilla, con la consiguiente disminución de la calidad, que provoca más pérdida de lectores y, por consiguiente, mayores problemas económicos. Ningún medio vive hoy en día del precio pagado por los lectores (algunos medios optaron directamente por la gratuidad, sin que su situación económica sea muy diferente a la de los medios de pago), y a duras penas pueden sobrevivir con los ingresos por publicidad. En cualquier caso, son los anunciantes y, sobre todo, los intereses particulares de los accionistas de los grupos propietarios, los que marcan de forma clara y rotunda la línea editorial. Y hoy no tenemos diarios independientes porque quien paga, manda, y no somos los lectores quienes pagamos. De esta forma, la gratuidad de los diarios no está relacionada con la independencia de los medios ni, por supuesto, con una mayor proyección democrática. Si acaso, al contrario.

De forma que, en general, creo que no debemos confundir lo supuestamente gratuito (ya he dicho que, hoy en día, todo tiene un coste) con un mayor nivel democrático. Porque, en definitiva, sólo conozco tres formas de ofertar actividades sin coste para los usuarios: que este coste sea asumido por la Administración Pública (es decir, que paguemos entre todos, lo que me parece necesario en la oferta de servicios básicos para la población), que beneficie intereses comerciales o industriales privados (como los famosos museos dedicados a difundir las bondades de un producto y una forma de producción de vino, de aceite, de automóviles... totalmente legítimos siempre que no se oculten esos intereses) o que sean asumidos, como en el caso de Guadamatilla, por voluntarios que simplemente disfrutan difundiendo nuestro patrimonio natural o cultural.



Contra lo que defendía un propietario durante la visita realizada precisamente por Guadamatilla a la zona de la Venta de la Inés, la observación de la naturaleza, por suerte, sigue siendo gratuita. Pero una cosa es que tengamos el derecho de observar sin pagar, y otra que nos lo enseñen gratis. Porque para que nos enseñen correctamente el patrimonio histórico o natural, nuestros guías han tenido que formarse durante años, y después dedicar horas a la preparación de la visita. Y, como todos, también tienen la rara aspiración de comer tres veces al día (cinco, según recomiendan algunos dietistas).

Por eso, creo que la postura adoptada en este caso por la asociación Guadamatilla ha sido totalmente acertada. Porque en la comarca de Los Pedroches tenemos un patrimonio histórico y natural de enorme interés, pero que sólo podrá ofrecernos beneficios sociales, culturales y económicos si conseguimos explicarlo, interpretarlo. No nos valen señalizaciones, ni mapas de recorrido; nada de esto puede compararse a la visita guiada por los escondidos tesoros de la comarca. Esta empresa, como las que deberían empezar a surgir en nuestros pueblos, permite que jóvenes preparados encuentren un modo de vida en nuestra tierra. Pero además ofrecen un servicio totalmente necesario si queremos disfrutar y hacer disfrutar a quienes nos visiten de nuestro paisaje, de nuestra historia. Un disfrute que, además, puede generar nuevos recursos económicos para toda la zona.

Hacer la competencia a estos emprendedores que intentan generar riqueza en nuestros pueblos desde una asociación preocupada por la conservación y difusión de nuestro patrimonio natural sería, directamente, empezar a matar la gallina que quizá algún día podría ofrecernos sus huevos de oro. Mi aplauso para la postura de Guadamatilla.

domingo, 11 de noviembre de 2012

José Ortiz en la Fundación PRASA

Reseña publicada por Diario Córdoba


El pasado miércoles 7 de noviembre, José Ortiz estuvo en la sede de la Fundación PRASA para hablarnos del Museo Antonio Rodríguez Luna de Montoro, quizá uno de los centros museísticos menos conocidos de nuestra provincia. La ciudad de Montoro cuenta con un importante patrimonio histórico. Su situación geográfica convirtió este enclave en un lugar privilegiado, que nace como núcleo de población en la Prehistoria y mantiene su importancia hasta nuestros días. Toda esta historia está condensada en el Museo Municipal que dirige José Ortiz.

El Museo Municipal cuenta con dos colecciones claramente diferenciadas, que desde el primer momento ocupan dos edificios distintos: el Museo Arqueológico y el mongográfico sobre la obra del pintor Antonio Rodríguez Luna. Recientemente, la sección arqueológico modificó su nombre para pasar a denominarse Museo Arqueológico Municipal Santiago Cano y Consuelo Turrión.

Tras comentar brevemente estas cuestiones, el conferenciante pasó a desgranar la historia de la sección artística, creada por donación del propio autor con la intención de crear un museo con su obra en su localidad natal. Y continuó situando a Antonio Rodríguez Luna (1910-1986) en su contexto histórico y artístico: su formación como becado del Ayuntamiento en la escuela de Bellas Artes de Sevilla, su participación en los grupos de artistas políticamente comprometidos durante la II República y la Guerra Civil, su salida al exilio mejicano (por mediación de artistas de primera talla, como Picasso), su paso durante un bienio por la Fundación Guggenheim de Nueva York, sus relaciones con los grandes artistas e intelectuales españoles del exilio americano, su vuelta a España en 1976 y su instalación definitiva en su localidad natal al recuperarse la democracia.

Comentó José la peculiar instalación de este pequeño museo, cuya precaria museología fue diseñada, ejecutada y montada por el propio hijo del pintor. Y en el que cuelga una colección que Rodríguez Luna entregó al Ayuntamiento de Montoro para disfrute de todos los vecinos de su pueblo natal. El espacio es pequeño, con problemas de humedad a duras penas paliados por deshumidificadores que trabajan constantemente, y de él no pueden salir las obras ni siquiera para trabajos de conservación o restauración. Porque así lo estableció el pintor en el documento notarial de cesión al Ayuntamiento.

Hoy, estas cláusulas nos plantean graves problemas. Sabemos que sería conveniente que las obras pudieran salir a exposiciones temporales, o para su restauración; que posiblemente el ingreso de otros materiales serviría para contextualizar la obra expuesta; que quizá convendría plantearse cambiar la sede por otro edificio que contara con mayores posibilidades de establecer un programa de conservación preventiva. Pero nada de esto puede hacerse, porque está expresamente prohibido en el documento notarial de cesión de la obra.

Y tenemos que ponernos en situación para entenderlo. Intentar explicarnos qué estaba pensando un artista que tuvo que salir del país perseguido por sus ideas, pasar casi 40 años en el exilio y volver sólo cuando había muerto el dictador. Volver para ver a sus paisanos, a todos sus paisanos, disfrutar de su pintura en una ermita recuperada para ello. Volver para dejar un último deseo de conservación y transmisión de la cultura, de la ermita barroca, de su pintura contemporánea. Un rojo defendiendo también la ermita. Y mientras hablábamos de estos temas no pude dejar de recordar la polémica del traslado del Guernica a España. Porque Picasso quería que fuese al Prado y a ningún otro lugar. Para garantizar su disfture por todos los españoles.

Realmente, tiene que ser muy duro haberse visto obligado a pasar los mejores años en el exilio forzoso. Y estos dos artistas, optimistas por naturaleza y por convencimiento estético, no terminaban de fiarse. Por eso tuvieron que cambiarse papeles para que el Casón, y luego el Reina Sofía, fuesen el Prado. Y por eso la ermita  barroca de San Jacinto nos ofrece hoy la posibilidad de disfrutar de parte de la última obra de Antonio Rodríguez Luna.

Parafraseando lo que se dice de los libros, podemos afirmar que en toda conferencia podemos aprender algo nuevo. En el caso de la charla que nos ofreció José Ortiz fue mucho, muchísimo lo que aprendimos. Y, aún más allá, nos incitó a seguir haciéndolo. Para lo que, naturalmente, tenemos pendiente volver a Montoro. Volver al Museo del pintor Antonio Rodríguez Luna.

martes, 6 de noviembre de 2012

Museos y desarrollo local: conferencia de José Ortiz.

Museo Rodríguez Luna, Montoro.



El miércoles 7 de noviembre, a las 20 h., en la sede de la Fundación PRASA, José Ortiz hablará sobre el Museo Rodríguez Luna de Montoro, dentro del ciclo de conferencias Museos y desarrollo local.



Nacido en Montoro en 1976, José Ortiz García es licenciado en Historia y autor de numerosos artículos y trabajos de investigación centrados esencialmente en su localidad natal. Realizó su memoria de licenciatura sobre “la industria agroalimentaria de Montoro. Siglos XV – XIX”, bajo la dirección de los catedráticos de la Universidad de Córdoba Ricardo Córdoba de la Llave y José Manuel de Bernardo Ares. En 2003 fue nombrado Cronista Oficial de Montoro, y ese mismo año comienza a trabajar como archivero en el Ayuntamiento de esta localidad. Desde este momento se ha intensificado su presencia en cualquier iniciativa de carácter cultural desarrollada en Montoro, que culminaría en 2010 con el nombramiento como director del Museo Arqueológico y Museo Rodríguez Luna.

El Museo Rodríguez Luna de Montoro es un museo monográfico de Arte Contemporáneo ubicado en la antigua ermita de San Jacinto (S. XVII), donde estuviera ubicada desde mediados del siglo XX la Biblioteca Municipal. A inicios de la década de los 80 del siglo XX, el edificio se dedicó a museo de arte, por expreso deseo del pintor montoreño Rodríguez Luna, que donó para ello una colección posteriormente ampliada con su legado testamentario.

Antonio Rodríguez Luna había nacido en Montoro en 1910. De origen humilde, pudo cursar estudios de Bellas Artes en Sevilla gracias a una beca municipal, acudiendo después a la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde fue alumno de Julio Romero de Torres.

Participó en la mítica exposición de la Galería Flechthein de Berlín (1932-33) antes de trasladarse a Cataluña como profesor de dibujo. Tras haber pertenecido a los círculos de artistas comprometidos durante la Guerra Civil, Rodríguez Luna salió hacia el exilio en México gracias a la mediación de Picasso y Miró, entre otros. Durante dos años, fue becario en la Fundación Guggenheim de Nueva York, para regresar a México como profesor de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de San Carlos.
En una exposición del pintor cordobés Antonio Rodríguez Luna. De izquierda a derecha: Juan Rejano, Antonio Rodríguez Luna, León Felipe, Maruja y Francisco Largo (1961).
De izq. a derecha: Juan Rejano, Rodríguez Luna, León Felipe, Maruja y Francisco Largo, en la inauguración de una exposicón del pintor de Montoro (1961). Foto: fundación Juan Rejano.
Como muchos exiliados, durante la etapa final del franquismo mostró interés por volver a España, llegando a exponer en la galería madrileña de Juana Mordó en 1976. Tras su vuelta a Montoro recibió numerosas muestras de reconocimiento por parte del Ayuntamiento, entre las que destaca la creación del museo que lleva su nombre. La colección fundacional del museo está formada, por lo tanto, por la primera donación del pintor, fechada en octubre de 1981 y ampliada con una segunda donación póstuma dos años más tarde.