miércoles, 29 de agosto de 2012

Incendios - I


Nos acercamos al final de otro verano en el que las noticias económicas han compartido espacio con las típicas chorradas veraniegas (este año, la palma puede llevársela una relacionada con el Patrimonio Histórico: la "restauración" del Ecce Homo de Borja) y con las siempre preocupantes estadísticas sobre los incendios forestales. Un grupo de guionistas valencianos nos ofrecen una visión personal muy interesante en su blog. Y, al hilo de la pretensión de la Generalitat Valenciana de eliminar la prohibición de construir en suelo quemado, se dejan llevar por su profesión para proponer una película que no debería responder a los tópicos del cine de catástrofes, sino más bien al clásico cine negro. Traduciendo: no se trata de graves accidentes, sino de crímenes cometidos por asesinos profesionales.

Tras la lectura del artículo, se me ha ocurrido a mí también dejarme llevar por la deformación profesional y hablar un poco sobre la lucha contra los incendios forestales en épocas pasadas. Porque, aunque a veces tengamos la tentación de pensar que todo se ha inventado en nuestra época, ya desde la Edad Media podemos rastrear medidas tendentes a proteger los montes de los dañinos incendios forestales. Intentaré ofrecer algunos ejemplos cercanos, referidos a la comarca de Los Pedroches.

Para proteger el monte, la dehesa, de los incendios, lo primero que necesitamos es tener la clara conciencia de la importancia de ese medio natural. Y eso es algo que ha existido históricamente en nuestra tierra. La extensísima Dehesa de la Jara proporcionaba a los antiguos habitantes de Los Pedroches no sólo un inconfundible paisaje, sino también una forma de vida, al ofrecerles bellota para los cerdos, pastos para vacas y ovejas, espacio para las posadas de colmenas, caza, leña, corcho, madera, picón, ceniza necesaria para la fabricación del jabón, etc. Su conservación era esencial para la economía de la zona. En 1352 se reunieron en la ermita de San Benito de Obejo representantes de las diferentes poblaciones del norte del Reino de Córdoba, para tomar  medidas tendentes a la protección de los montes. Entre ellas, sin duda estaría el nombramiento de guardas, que ya se documentan en 1423 a través de las cuentas del concejo de Hinojosa.

La dehesa podía perderse por sobreexplotación, principalmente por las cortas y talas abusivas, pero el mayor peligro eran los incendios veraniegos. Unos incendios que, en buena parte, y al igual que sucede hoy en día, eran provocados. Aunque evidentemente no es fácil determinar las causas de los incendios, los intereses económicos parecen haber sido históricamente los que han movido más a los pirómanos. Durante la Baja Edad Media, agricultores que pretenden ampliar sus campos de labor (como ocurrió con unos campesinos de Torrecampo en 1480), y carboneros a los que el incendio facilita su trabajo (como recogen las ordenanzas de montoro en 1494 y denuncian en 1495 los propietarios de colmenas de Córdoba y su tierra) son los primeros sospechosos de causar los incendios. A los que habría que sumar también a los agricultores que queman imprudentemente los rastrojos.

[Continúa en la entrada siguiente]

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