viernes, 21 de septiembre de 2012

Leyendas e historia: sobre la Virgen de Luna - I

Los hermanos, llegando a la ermita. (Foto de SjR en Panoramio)


Las reflexiones en torno al sustrato histórico que puede permanecer bajo la leyenda del flautista de Hamelín me han llevado a pensar en otras leyendas más cercanas, cuya base histórica también permanece parcialmente oculta detrás de efectistas recursos narrativos. Un ejemplo lo tenemos en la comarca de Los Pedroches con la leyenda en torno a la Virgen de Luna. No me refiero ya a su legendaria aparición a un pastorcillo (aquí, la versión de Adolfo de Torres), que cuenta con muchos elementos comunes a otras historias marianas, sino a la pérdida de derechos sobre la imagen por parte de los vecinos de Pedroche.

Según la tradición, la Virgen de Luna era venerada por igual por los vecinos de Pedroche, Pozoblanco y Villanueva de Córdoba. La imagen era llevada en procesión a cada uno de los pueblos, donde pasaba tres meses, permaneciendo los tres restantes en su ermita de la Dehesa de la Jara. Pero un día, una gran tormenta provocó la subida de nivel de los arroyos, y los vecinos de Pedroche desistieron de ir a recoger la imagen al santuario, perdiendo todos los derechos que tenían sobre la misma. A partir de ese momento, la Virgen de Luna pertenecería únicamente a Pozoblanco y Villanueva de Córdoba, y permanecería cuatro meses en su ermita y otros cuatro en cada uno de los pueblos.

No he encontrado ningún documento que haga referencia directa a ningún suceso parecido a este. De hecho, no conozco ninguna mención documental directa a la relación de Pedroche con la Virgen de Luna aunque, como puso de manifiesto Antonio Merino en un artículo sobre el tema publicado en la revista Demófilo (núm. 17, 1996), este culto siempre ha tenido una gran importancia en toda la comarca. Y, a pesar de que no podemos constatarlo documentalmente, la historia de nuestra comarca nos permite pensar que detrás de la leyenda hay, cuando menos, cierta parte de verdad. De hecho, todo parece indicar que, si exceptuamos el recurso literario o narrativo de la gran tormenta, la leyenda pudo tener una clara base histórica.

Entiendo la historia como la sucesión de hechos que tienen lugar en un espacio y un tiempo determinado. Por lo tanto, si intentamos delimitar la verdad histórica que puede esconderse tras la leyenda, creo que debemos comenzar delimitando el tiempo y el espacio en el que estos hechos pudieron producirse. Si fuera cierto algo similar a lo descrito en la leyenda transmitida por tradición oral, la primera pregunta que podemos plantearnos es ¿cuándo habría ocurrido? Sin duda alguna, estos hechos debían haberse producido antes de que contemos con documentación que demuestra claramente la vinculación de la Virgen de Luna a Pozoblanco y Villanueva, que comienzan a aparecer en el siglo XVII. A partir de este momento, ningún documento muestra a Pedroche como copartícipe de esta fiesta, ni siquiera en aquellas ocasiones en que los documentos del siglo XVII se refieren a ritos y tradiciones bien establecidas desde antiguo. Tanto Moreno Valero como González Peralbo documentan obras en la deteriorada ermita de la Jara desde fines del siglo XVI. Y contamos también con diferentes menciones a un pleito relacionado con los derechos que tanto Pozoblanco como Villanueva reclamaban, que se fecha en 1589. Sin ninguna alusión a Pedroche. Este sería el denominado terminus ante quem, lo que significa que los hechos históricos, en caso de haberse producido, habrían tenido lugar antes de esta fecha. Poco tiempo después, ya se habrian integrado en el imaginario popular a través de la tradición oral.

Tampoco es tan difícil como podría pensarse en principio deliminar un terminus post quem, es decir, definir una fecha que sirva de límite temporal, a partir del cual pudo producirse el hecho. En el caso que nos ocupa, resulta en este sentido fundamental comprobar cómo Pedroche, Pozoblanco y Villanueva de Córdoba aparecen en la leyenda como núcleos de población dotados de idéntica importancia y entidad jurídica. Por lo tanto, en principio podemos pensar que Pedroche habría perdido sus derechos sobre la Virgen de Luna una vez que ni Pozoblanco ni Villanueva eran ya aldeas suyas, sino las dos villas "en sí". En este caso, tendríamos que irnos a la segunda mitad del siglo XVI, cuando tanto Pozoblanco (1478) como Villanueva de Córdoba (1553) habían conseguido obtener su privilegio de villazgo (al proceso de formación de las diferentes aldeas de Pedroche, como Pozoblanco y Villanueva, me referí hace algún tiempo. Ver 1 y 2).

Sin embargo, no tengo totalmente claro que tengamos necesariamente que situar esta leyenda después de 1553. En primer lugar, porque a pesar de ser legalmente aldea de Pedroche, la antigua Encina Enana había cambiado su nombre por el de Villanueva de Córdoba en 1499, dando desde entonces claras muestras de sus deseos de independencia. De hecho, todavía no he llegado a entender bien cómo pudo verse obligado a aceptar el concejo de Pedroche el nombre de "Villanueva" para un núcleo que aún dependía de él y que, por lo tanto, debería haberse llamado "Aldeanueva". En segundo lugar, porque esa leyenda se transmitió en las dos poblaciones menores, Pozoblanco y Villanueva, que muy bien habían podido adaptar legendariamente la realidad a sus propios intereses de reafirmación de su identidad frente a Pedroche. En cualquier caso, la pérdida de derechos por parte de Pedroche, de haberse producido, habría tenido lugar como muy pronto una vez superados los problemas iniciales ocasionados por la formación del primitivo concejo de aldea en Villanueva.

Por lo tanto, este hecho no pudo tener lugar antes de inicios del siglo XVI, ni después de 1589. Y no debemos de olvidar que, dentro de ese marco temporal, contamos con una fecha muy significativa para la formación de las nuevas identidades locales en la comarca: el año 1553. Hablaríamos, pues, de una fecha cercana a la mitad del siglo XVI.

[continuará]

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Cultura para tiempos de crisis: ¿en qué quedamos?

¿Habría turismo en Córdoba sin cultura?

Nadie duda en público de la capacidad que, en España, en Andalucía, en Córdoba o en Los Pedroches, tiene la cultura para generar riqueza y desarrollo económico, en primer lugar a través del crecimiento del llamado turismo cultural, natural o "de interior". Pero tampoco parece dudar nadie, incluido Vargas Llosa, de que en estos tiempos de crisis es imprescindible recortar las inversiones en cultura. ¿En qué quedamos? ¿Debemos recortar los gastos en el sector que todos sabemos (o eso decimos públicamente, al menos) que más puede impulsar nuestro crecimiento?

En el fondo, lo que ocurre es que pocas veces se reconoce el valor de la cultura como generador no sólo de calidad de vida, de felicidad, sino también de riqueza económica. Y quienes están convencidos de ello pocas veces son quienes tienen acceso a los resortes necesarios para dar impulso a este sector. Mientras aquellos que, finalmente, podrían hacerlo, no siempre tienen verdadero interés en un negocio con el que no están directamente relacionados. El caso es que se dice, se repite, se comenta en todos los foros posibles, pero al final nadie hace nada.

Por mi parte, en este blog ya he opinado en varias ocasiones sobre el tema: he comentado la importancia que puede tener el Patrimonio Histórico para el desarrollo cultural y turístico de Pozoblanco y la comarca de Los Pedroches, indicando que "sólo estamos empezando a explotar ese campo de generación de riqueza y de empleo"; he comentado mis impresiones sobre debates originados en torno a turismo y cultura en Los Pedroches; he alabado la apuesta de la ciudad de Málaga por la cultura y los museos como alternativa al monocultivo del sol y playa turístico. Quizá por eso, porque estoy convencido del poder de la cultura para generar riqueza, para abrir nuevas vías a ese tan cacareado "desarrollo sostenible", me parece más terrible que admitamos sin más una frase recurrente, en este caso de la mano de Vargas Llosa: hay que recortar en cultura; no tenemos otra opción.

Ya sé que estoy abusando hoy de las autocitas, pero os quiero recordar que en estos tiempos de crisis hay subastas de arte cuyos precios de remate baten todos los records. Y que si realmente queremos impulsar el desarrollo de un nuevo modelo productivo basado en la sostenibilidad, necesariamente tenemos que apostar por la cultura y el medio ambiente. Y las cifras lo confirman: según responsables de turismo de la Junta de Andalucía, el turismo cultural genera anualmente unos beneficios de 1.900 millones de euros en Andalucía.

Grandes cifras, y con datos objetivos de los que tanto gustan en la prensa. Pero lo siento: es sólo humo. Desaparecidos los presupuestos culturales de bancos y grandes empresas, recortados al máximo los presupuestos de las Administraciones Públicas, sólo nos quedaría el esfuerzo privado para mantener una mínima política cultural que debe preceder a cualquier tipo de aprovechamiento económico, incluido el turístico. Un esfuerzo privado que siempre será insuficiente ante las necesidades de conservación y "puesta en valor" del Patrimonio Histórico. Y que tampoco llega a otros sectores culturales, puesto que la capacidad económica de las familias, que estamos pagando duramente el coste de la crisis, obliga a recortar cada día más todos aquellos gastos que no tengan por único fin el de asegurar la supervivencia. Todo ello, coincidiendo con la aplicación de los nuevos baremos del IVA, una muestra más de que en nuestro país la cultura está considerada como en un objeto de lujo, apto únicamente para quien pueda pagárselo.


domingo, 16 de septiembre de 2012

Leyendas e historia: Hamelín - y II.

Desde el siglo XVI contamos con representaciones gráficas del flautista


[Viene de la entrada anterior]

Es cierto que algunas leyendas parten de una base histórica, pero ¿es ese el caso de el flautista de Hamelín? Es una pregunta que uno se hace al conocer un lugar que siempre había visualizado como legendario. Y es uno de los temas sobre los que la visita al Museo de Hamelín te lleva a reflexionar. Partimos de la diferenciación de dos historias independientes, la de la pérdida de los niños, y la del cazador de ratas. Y esta última no forma parte de la leyenda medieval, sino que se incorpora a ésta ya en el siglo XVI. Me centraré, pues, sólo en la segunda parte del cuento: el flautista, llegado de lejanas tierras, encantó a los niños de Hamelín y se los llevó de la ciudad, a la que nunca volvieron.

Vista interior del interesante Museo de Hamelín, dedicado al flautista.

Para centrar el tema, creo que lo primero que debemos es intentar caracterizar la época en la que supuestamente tienen lugar los hechos, la segunda mitad del siglo XIII, en la zona de la Baja Sajonia.  Cien años antes, el proceso más importante que se está produciendo en el Imperio Germánico es la intensificación de la expansión hacia el este de Europa. El proceso es alentado por nobles y grandes potentados, que promueven no sólo la expansión militar, sino también económica, a través de la instalación de nuevos pobladores culturalmente afines. Estos colonos estarán en la base del proyecto de cristianización y germanización del territorio. Es decir, son la base del proceso de consolidación del dominio germánico sobre estas tierras del este, que a mediados del siglo XIII llegan a colonizar las orillas del Báltico. La expansión y colonización del Este se impulsará mediante beneficios económicos y fiscales, y se verá favorecida, además, por un marco ideológico perfecto: el ideal de Cruzada.

Por lo tanto, es precisamente un proceso migratorio lo más característico de estas tierras sajonas en el tiempo en que se supone que tuvo lugar la pérdida de los niños de Hamelín. Un proceso migratorio que fue impulsado por la nobleza sajona, y que supuso la disminución de la población campesina en zonas del noroeste germánico en favor de las nuevas colonizaciones orientales. En muchas ocasiones, potentados concretos realizaron verdaderas levas en las tierras que controlaban. Ofreciendo a sus campesinos mejores perspectivas económicas y rebajas en los impuestos, conseguían que grupos de jóvenes familias abandonaran la tierra de sus antepasados en busca de nuevas oportunidades. En determinadas poblaciones, en las que el proceso tuviera éxito, el resultado podría ser la pérdida de buena parte de la juventud y de los niños, ya que se buscaba como colonos a campesinos aptos para poner en explotación nuevas tierras. ¿Pudo suceder esto en Hamelín? ¿Pudo ser ésta la causa de que, en el cuento, sólo quedara en el pueblo el niño cojo, no apto para la aventura colonizadora?

Aunque ni siquiera el museo dedicado a esta leyenda en la propia ciudad se atreve a afirmarlo con rotundidad, todo parece indicar que este proceso histórico, perfectamente documentado, podría estar detrás de la leyenda. Sobre todo si tenemos en cuenta que estas emigraciones en grupo tienden naturalmente a trasladar no sólo una familia, sino toda una comunidad. Es decir, que las jóvenes familias que pudieron emigrar desde Hamelín tenderían, buscando el apoyo del grupo en una verdadera aventura como la que emprendían, a instalarse también juntas, y es habitual que encontremos documentados en las nuevas tierras a "hijos de" seguido del nombre de su población de origen. Por lo tanto, hubo "hijos de Hamelín" en la expansión hacia el Este. "Hijos" que en alemán se expresa con la misma palabra que "niños" ("kinder"). Es muy probable que estos niños de Hamelín que salieron hacia el Este para no vover jamás, dejando un pueblo triste y sin juventud, sirvieran de base a la leyenda del flautista.

Flautista que, por cierto, tampoco tiene por qué ser, en este contexto, un recurso narrativo. Porque los beneficios económicos y fiscales que ofrecían los nobles a quienes se decidieran a emigrar serían publicitados por pueblos y ciudades a través del mecanismo más adecuado en pleno siglo XIII: un pregonero. Es decir, un forastero que recorría la región llamando la atención de los ciudadanos mediante una trompetilla o instrumento similar, y glosando las ventajas de la emigración. Un personaje que, si conseguía convencer a sus oyentes, no dejaría un buen recuerdo en el pueblo, y seguramente sería visto como un embaucador que, con malas artes y con engaños, había acabado con la juventud.

Creo que no podemos afirmar con total seguridad que esto fuera exactamente así, y que debemos conformarnos con estos apuntes, o con los que ofrece Hamelín en su museo. Pero lo cierto es que si quisiéramos contar esta historia de forma resumida y desde el punto de vista de quienes no emigraron, el relato sería sospechosamente parecido a esta parte de la leyenda que recogieron los hermanos Grimm: el flautista desconocido, llegado de lejanas tierras, encantó a los hijos de Hamelín y se los llevó de la ciudad, a la que nunca volvieron.

Hamelín recuerda la leyenda, incluso con un vistoso carrillón en la plaza.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Leyendas e historia: Hamelín - I

Hamelín. "La casa del flautista" (como toda Alemania, en obras)


Este verano he tenido la posibilidad de conocer Hamelín, una bonita ciudad de la Baja Sajonia integrada, naturalmente, dentro de la "ruta de los cuentos de Hadas". Buscábamos al flautista, por supuesto, y lo encontramos: en todos los folletos, en la oficina de turismo, en las tiendas de recuerdos, en las tazas de las cafeterías...  En Hamelín, el flautista cuenta con su estatua y con su museo. No podía ser de otra forma.

En el siglo XIX, los hermanos Grimm recogieron una leyenda tradicional para convertirla en uno de los más conocidos cuentos infantiles en todo el mundo. Contaban cómo, en un tiempo remoto, una plaga de ratas asolaba el pueblo de Hamelín, sin que los miembros del Consejo Municipal supieran cómo poner fin al problema. Cuando más desesperados estaban, apareció un curioso personaje que prometió librar al pueblo de la plaga a cambio de una fuerte recompensa. No lo dudaron los capitulares, y quedaron muy sorprendidos al comprobar cómo el excéntrico personaje contaba con un único instrumento que le permitiría lograr su hazaña: una flauta.

El flautista, en Hamelín.
La música que salía de esa mágica flauta encandiló a los roedores hasta el punto de seguir sin dudar al flautista que, arrojándolos al río, consiguió su total exterminio en la ciudad. Pero tras la celebración de su hazaña, los señores capitulares no cumplieron con su promesa (estos cuentos populares siempre dejan mal a los señores capitulares...), y el enfadado flautista urdió un terrible plan de venganza. Haciendo de nuevo sonar la flauta, hipnotizó a todos los niños, que le siguieron fuera de Hamelín para no volver jamás. Desde ese momento, en la triste Hamelín sólo quedó un niño que, debido a su cojera, no había podido seguir al flautista.

Aunque, como he dicho, fueron los hermanos Grimm quienes popularizaron universalmente esta historia, su origen es mucho más antiguo. Diferentes noticias escritas a partir del siglo XVI nos describen una vidriera que decoraría con la escena del flautista y los niños la iglesia de Hamelín en el siglo XIV. De fines del siglo XVII es una inscripción que copia una supuesta mención documental del siglo XIV, en la que se alude a la fecha exacta de la salida de los niños de Hamelín: el 26 de junio de 1284.

A partir de inicios del siglo XVI se multiplican las menciones documentales e inscripciones alusivas a la pérdida de los niños.Sin embargo, parece ser que el tema principal de la leyenda medieval estaría circunscrito al flautista que se lleva a los niños, siendo la primera parte (la de la plaga de ratas) un añadido del siglo XVI. Es decir, la historia que nos han transmitido los hermanos Grimm consiste en la yuxtaposición de dos historias diferentes: la de los cazadores de las temibles ratas, transmisoras de la peste, y la de la pérdida de los niños de Hamelín, raptados por el flautista.

Si consideramos que sólo es un cuento, al menos tendremos que reconocer que se trata de la reelaboración moderna de una leyenda medieval. Y aún en tal caso, podríamos preguntarnos ¿influyó de alguna forma la realidad histórica en la configuración de la leyenda?

En diferentes ocasiones me ha sorprendido cómo detrás de algunas leyendas se esconden, convenientemente deformadas, realidades históricas. Recuerdo que hace ya algunos años, cuando estaba analizando documentos para mi tesis doctoral,  me sorprendió enormemente una frase pronunciada en un bar al final de eso que en Pozoblanco llamamos aparcería: "Como dijo el alcalde de Obejo, quien quiera justicia que venga pronto, que me voy a arar".

A través de la documentación del siglo XV, a mí no me extrañaba encontrar noticias sobre un alcalde impartiendo justicia, pues esa era una de sus funciones principales en el municipio del Antiguo Régimen, cuando no existía la separación de poderes. También estaba habituado a detectar cierta mofa, por parte de los miembros del cabildo de la ciudad de Córdoba, al referirse a algunos oficiales concejiles de pueblos y aldeas que se dedicaban a actividades entendidas como poco "nobles", como agricultura y ganadería. Pero de ahí a oir en directo una expresión como esta en el bar de Faustino, hay un gran trecho. Principalmente, porque casi doscientos años después, en el lenguaje oral se mantienen dichos populares que hoy resultan incomprensibles (porque hace casi dos siglos que los alcaldes no imparten justicia). Un dicho popular, escuchado en un bar, me demostraba cómo la tradición oral puede llegar a tener más importancia de la que habitualmente le damos. Una realidad histórica, en este caso no demasiado desnaturalizada, se escondía detrás de este dicho popular. ¿Sucedería algo parecido en el caso de la historia del Flautista de Hamelín? Aún sin poder afirmarlo con total certeza, yo creo que sí.

[continúa en la siguiente entrada]





jueves, 30 de agosto de 2012

Incendios - y II.

Como siempre, genial Forges.
[Viene de la entrada anterior]

En su lucha contra los incendios forestales, tanto el concejo de Córdoba como los de las villas dependientes de la ciudad establecerán unas importantes penas para los culpables, que una disposición de 1490 identifica con claridad: son culpables del incendio tanto el pirómano como el instigador, "el que la ençendió o a quien lo mandó". Excluyendo, de manera expresa, "al vecino de un lugar nin de otro por ençender lunbre para su guisar de comer o para sus neçesydades", siempre que haya tenido cuidado en dejar "puesta la lunbre en oyo fecho en el suelo". Y las imprudencias se pagan: en 1495 el concejo de la ciudad establece una pena de 30 azotes para quien encienda fuego al pie de un árbol.

Estas penas de azotes se generalizaron en la zona cordobesa en 1497, cuando se modifican las ordenanzas para sumar a la pena pecuniaria 30 azotes públicos para quienes causaran un incendio en monte o dehesa. Aunque no son estas las penas más duras: dos años antes, ante el peligro que corría un espacio tan importante como la Dehesa de la Jara, los Reyes Católicos aprobaron una nueva normativa cordobesa que resulta especialmente llamativa, y que no puedo resistirme a transcribir:

"(…) Que entre otras cosas mandaron que las dichas villas fuesen obligadas de poner guardas en los dichos montes, e que al que tomasen poniendo algún fuego en ellos, que lo prendiesen e truxesen preso a la cárzel de la dicha çiudad de Córdoua. E que si se probare que a sabiendas pusieron el dicho fuego, que sea hechado en él e quemado, e perdiese todos sus vienes por pagar el danno que asy el dicho fuego hiziere".

Sin embargo, ya en la época se reconocía la dificultad que existía para encontrar a los culpables, por lo que se consideraba necesario mantener un eficaz sistema de vigilancia: los concejos de las villas deben nombrar guardas para montes y dehesas entre el 1 de junio y el día de San Miguel de Septiembre en cada año. Y si estos guardas fueran negligentes, se exponen a las mismas penas previstas para los pirómanos, incluida la de ser echados directamente en el fuego.

Durante toda la Edad Moderna siguieron sucediéndose incendios en la dehesa, con la consiguiente persecución de los pirómanos. En 1696, Miguel Muñoz Calero provocó un gran incendio mientras quemaba rastrojos, que afectó tanto a la Dehesa de la Jara como a la dehesa boyal de Pozoblanco. Huido por miedo a la justicia, sólo se entregó tras serles embargados todos sus bienes, tanto a él como a sus hijos. Una vez detenido, se le impuso la fuerte multa de 1.000 reales de vellón, además de la obligación de plantar a su costa en la Dehesa de la Jara 6.000 chaparros. Y se estableció, como venía siendo habitual desde tiempo atrás, que ningún vecino pudiera obtener aprovechamiento alguno de lo quemado.

Esta medida de prohibir los aprovechamientos fue, sin duda, la más eficaz si no para eliminar, al menos para limitar el número de incendios provocados. El mecanismo es simple: si el interés económico suele estar en el origen de la mayor parte de los incendios provocados, eliminando las posibilidades de aprovechamiento eliminaremos también el interés de los pirómanos y, con él, el número de incendios. Medidas de este tenor existían en Córdoba desde la Baja Edad Media. Durante los años finales del siglo XV, cuando el problema de los incendios parece ser especialmente duro en tierras cordobesas, el concejo de la ciudad amplía hasta los dos años los 30 días durante los que quedaba prohibido entrar con ganados en montes quemados, como así mismo el aprovechamiento para hacer carbón de la madera quemada. Porque hace 500 años nuestros antepasados tenían claro algo que algunos intentan que no recodemos: mientras haya quienes se lucren con los incendios, seguirá habiendo pirómanos. Y los culpables no serán sólo autores materiales e instigadores sino también quienes, habiendo tenido la oportunidad de poner los medios para evitarlo, no han querido hacerlo.

Me queda la duda de si esto daría para una novela negra, como proponen los guionistas valencianos. Porque a lo mejor es todo tan evidente que se haría demasiado difícil mantener la necesaria intriga.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Incendios - I


Nos acercamos al final de otro verano en el que las noticias económicas han compartido espacio con las típicas chorradas veraniegas (este año, la palma puede llevársela una relacionada con el Patrimonio Histórico: la "restauración" del Ecce Homo de Borja) y con las siempre preocupantes estadísticas sobre los incendios forestales. Un grupo de guionistas valencianos nos ofrecen una visión personal muy interesante en su blog. Y, al hilo de la pretensión de la Generalitat Valenciana de eliminar la prohibición de construir en suelo quemado, se dejan llevar por su profesión para proponer una película que no debería responder a los tópicos del cine de catástrofes, sino más bien al clásico cine negro. Traduciendo: no se trata de graves accidentes, sino de crímenes cometidos por asesinos profesionales.

Tras la lectura del artículo, se me ha ocurrido a mí también dejarme llevar por la deformación profesional y hablar un poco sobre la lucha contra los incendios forestales en épocas pasadas. Porque, aunque a veces tengamos la tentación de pensar que todo se ha inventado en nuestra época, ya desde la Edad Media podemos rastrear medidas tendentes a proteger los montes de los dañinos incendios forestales. Intentaré ofrecer algunos ejemplos cercanos, referidos a la comarca de Los Pedroches.

Para proteger el monte, la dehesa, de los incendios, lo primero que necesitamos es tener la clara conciencia de la importancia de ese medio natural. Y eso es algo que ha existido históricamente en nuestra tierra. La extensísima Dehesa de la Jara proporcionaba a los antiguos habitantes de Los Pedroches no sólo un inconfundible paisaje, sino también una forma de vida, al ofrecerles bellota para los cerdos, pastos para vacas y ovejas, espacio para las posadas de colmenas, caza, leña, corcho, madera, picón, ceniza necesaria para la fabricación del jabón, etc. Su conservación era esencial para la economía de la zona. En 1352 se reunieron en la ermita de San Benito de Obejo representantes de las diferentes poblaciones del norte del Reino de Córdoba, para tomar  medidas tendentes a la protección de los montes. Entre ellas, sin duda estaría el nombramiento de guardas, que ya se documentan en 1423 a través de las cuentas del concejo de Hinojosa.

La dehesa podía perderse por sobreexplotación, principalmente por las cortas y talas abusivas, pero el mayor peligro eran los incendios veraniegos. Unos incendios que, en buena parte, y al igual que sucede hoy en día, eran provocados. Aunque evidentemente no es fácil determinar las causas de los incendios, los intereses económicos parecen haber sido históricamente los que han movido más a los pirómanos. Durante la Baja Edad Media, agricultores que pretenden ampliar sus campos de labor (como ocurrió con unos campesinos de Torrecampo en 1480), y carboneros a los que el incendio facilita su trabajo (como recogen las ordenanzas de montoro en 1494 y denuncian en 1495 los propietarios de colmenas de Córdoba y su tierra) son los primeros sospechosos de causar los incendios. A los que habría que sumar también a los agricultores que queman imprudentemente los rastrojos.

[Continúa en la entrada siguiente]

lunes, 23 de julio de 2012

XXIV Folk Pozoblanco

Eliseo Parra en el Teatro El Silo

Hoy en día, nadie discute que la tradición oral forma parte de nuestro Patrimonio Histórico. Y poco a poco, la sociedad se va concienciando de que el Patrimonio es frágil, y su pérdida irreparable. Sin embargo, en pocas ocasiones valoramos correctamente aquellas iniciativas que tienen por objeto la recuparción de aspectos tan importantes como la música tradicional. En Los Pedroches tenemos la suerte de contar con unas personas que, desde el grupo Aliara, llevan más de 30 años recuperando una parte importante de nuestra historia. Y, a través del festival de Folk, ofreciendo a la sociedad no sólo sus propias tradiciones, sino también las de otras tierras (ya me referí a este festival en una entrada anterior). Para que podamos comparar, aprender y disfrutar.

Titiriteros de Binéfar
La semana pasada se celebró la XIV edición del Folk-Pozoblanco, con un cartel de verdadero lujo. Inició el festival el grupo infantil Titiriteros de Binéfar. Nos ofrecieron, bajo el título "que llueva, que llueva" un espectáculo en el que las canciones infantiles conocidas por todos fueron sólo una parte. Y en el que el escenario fue también sólo una parte. Porque no en vano, este grupo aragonés obtuvo en 2009 el Premio Nacional de Teatro Infantil y Juvenil. Y consiguieron que el público participara activamente en el espectáculo, convirtiendo en escenario todo el patio de La Salchi.

Eliseo Parra

El sábado 20, tuvimos la suerte de contar en el Teatro El Silo con la actuación de Eliseo Parra. Y el vallisotelano y su grupo nos demostraron por qué, a día de hoy, está considerado el número 1 de la música tradicional española. Magnífica reinterpretación de temas tradicionales a cargo de un grupo de extraordinarios músicos, que acompañaron a un artista de voz prodigiosa que entusiasmó al público del teatro. Eliseo se mostró contento durante su actuación, por la entrega del público y por participar en uno de los festivales más antiguos del país organizado por un grupo -Aliara- que él mismo calificó como "mítico" de la música tradicional española.

Abeiros

Mientras tanto, la música tradicional del norte de la Península llegó a calles y terrazas de Pozoblanco de la mano de Abeiros.


Beltaine

La noche del sábado nos depararía una nueva sorpresa, a cargo del grupo de música celta Beltaine. En una de las tres únicas actuaciones de los polacos en España, dentro de la gira que realizan por Europa Occidental, Estados Unidos y Canadá, Beltaine nos ofreció un repertorio de música celta y bretona en el que de nuevo destacó la calidad de la ejecución musical. Todo un descubrimiento para mí, y creo que un lujo para el festival.

Aliara

El sábado, se cerró con el concierto de Aliara, seguido de la actuación de un sensacional trovero: el cántabro Miguel Cadavieco. Poco puedo decir de Aliara que no haya dicho ya, salvo reiterar la importancia de su trabajo tanto en la recuperación de la música tradicional de Los Pedroches como en la organización artística del festival. En pleno proceso de renovación, Aliara ofreció un concierto, como siempre, memorable.

Miguel Cadavieco
En cuanto a Miguel Cadavieco... Me sorprendió, cuando lo entrevistamos en directo en Punto Radio Pozoblanco, que José María no se cortara en calificarlo como un sin-vergüenza. Pero mi sorpresa se debía, como él mismo me dijo, a que no lo conocía aún. Tuve la suerte de charlar con él un rato compartiendo unas cervezas, y constatar cómo es un verdadero genio, capaz de improvisar directamente letrillas socarronas al hilo de la conversación. Sólo espero que no se le ocurra grabarlas y hacerme famoso con ellas...
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[Todas las fotos: facebook Cultura Pozoblanco]