jueves, 2 de junio de 2016

Lourdes Aso gana el concurso de relato breve del Museo Arqueológico de Córdoba


El jurado y la directora del Museo ante la obra que ha inspirado el relato ganador. Foto: Museo Arqueológico
Lourdes Aso Torralba recibirá el primer premio del XIII Concurso de Relato Breve del Museo Arqueológico de Córdoba, patrocinado por la Fundación PRASA y dotado con 900 euros, según el fallo del jurado que se produjo en la tarde de ayer (ver noticia en Cordobahoy). El relato premiado lleva por título "El Sujeto", y fue presentado con el seudónimo de Babra. Según informa en facebook el Museo Arqueológico, está centrado en un visitante que contempla la escultura romana del dios Mitra.

Enfermera de profesión y residente en Jaca (Huesca), la ganadora de esta edición del concurso tiene un amplio curriculum literario, en el que destacan varios libros publicados, su participación en diversas antologías y la victoria en innumerables concursos, entre ellos el Mario Vargas Llosa NH, Isla Cristina, Café Compás, Ciudad de Melilla y, ahora, el de Relato Breve del Museo Arqueológico de Córdoba.

El segundo premio, dotado con 500 € y patrocinado por Arqueobética, ha recaído en José María Molina Caballero, de Rute (Córdoba) por su relato "Los espejos del tiempo desolado", mientras que el tercer premio (300 €, patrocinado por la Asociación de Amigos del Museo Arqueológico de Córdoba) es para "Cruzando lo invisible", de Elena Márquez Núñez, de Sevilla. Además, de entre los 184 trabajos presentados han resultado finalistas los relatos presentados por Pedro Antonuccio Sanó, de Venezuela, Alberto Ramos Díaz, de Madrid, Fernando Martínez López, de Almería, Dolores Marín, de Murcia y Almudena Bustamante Anibarro, de Palencia.

En esta edición, el jurado ha estado compuesto por Pablo García Casado (escritor), Francisco Sánchez Zamorano (escritor y presidente de la Audiencia Provincial de Córdoba), Ángela Jiménez Pérez (escritora) y Luis Grau Lobo (ganador de la edición anterior).

lunes, 23 de mayo de 2016

Historia de la villa de Pedroche y su comarca

Pedro de la Fuente y Concepción Ocaña. Foto: 17 pueblos

No os voy a negar que cuando Pedro de la Fuente me preguntó mi opinión sobre su idea de reeditar la Historia de la villa de Pedroche y su comarca de Juan Ocaña, me llevé una grata sorpresa. Me sorprendió porque Pedro no es editor, aunque no me sorprendía que se liara en un nuevo proyecto de difusion de la historia de Pedroche (y de su comarca) del que no sólo no sacará rentabilidad económica, sino que como amigo sólo espero que no acabe "costándole los cuartos". Y la sorpresa fue grata porque la aventura valía la pena, ya que nos permitiría disponer de una obra fundamental para quienes nos interesamos por la historia de esta comarca.

El libro, una edición facsímil -copia exacta- del editado en 1962 por la Real Academia de Córdoba, se presentó el pasado sábado en un acto celebrado en el patio del Convento de la Concepción de Pedroche, y tuve la suerte de poder participar en él junto al alcalde de Pedroche acompañando a los verdaderos protagonistas: Pedro de la Fuente y Concepción Ocaña, emocionada al comprobar el valor que, muchos años después, le seguimos dando al trabajo de su padre.
Presentación, en el Convento de la Concepción. Foto: Solienses.

No puedo decir mucho sobre la presentación sin repetir lo que otros han contado ya. De hecho, tuve que citar un artículo que Antonio Merino había publicado el día anterior en Solienses en el que ofrece atinadamente algunas de las claves fundamentales de esta obra. Por otra parte, la crónica del acto se puede leer tanto en 17 Pueblos como en Solienses, por lo que me queda muy poco que añadir. Únicamente destacar que, efectivamente, me parece el libro de un "maestro" en el sentido más noble de la palabra (por la sabiduría y por el afán de transmitir conocimientos) que, 54 años después de su edición original, aún no hemos sido capaces de superar. Un libro, en definitiva, que merecía la pena reeditar.

La edición consta de una tirada limitada de 200 ejemplares, que van numerados y se venden al módico precio de 10 €. Una cantidad con la que el editor pretende únicamente cubrir los gastos de impresión. Y lo tiene que conseguir, porque es un libro que no debe faltar en la biblioteca de ningún interesado por la historia de Los Pedroches.

[Compra el libro aquí.]

miércoles, 18 de mayo de 2016

18-M: Día Internacional de los Museos (en Córdoba)

Como todos los años, el Consejo Internacional de Museos convoca para el 18 de Mayo el Día Internacional de los Museos, proponiendo un lema en torno al que centros museísticos de todo el mundo programan actividades. En esta ocasión, el lema escogido ha sido "Museos y paisajes culturales".

No todas las citas programadas para esta semana en los museos cordobeses tienen relación directa con el lema propuesto. Es algo que sucede todos los años, debido a la dificultad que en ocasiones entraña la propia programación de las actividades, sumada al hecho de que en muchas ocasiones nos enteramos del lema escogido cuando la programación anual está ya muy avanzada. Por eso el ICOM suele escoger temas amplios, que puedan desarrollar museos de cualquier tipología (de arte, arqueológicos, etnológicos, de ciencia y tecnología...). La adaptación de las actividades de cada museo a estos temas es unas veces más fácil que otras. En esta ocasión, la mayoría de las propuestas lanzadas por los museos cordobeses giran en torno al concepto amplio de paisajes culturales.

A pesar de disponer de un diseño moderno y atractivo, las páginas web de los museos municipales de Córdoba no integran un apartado específico dedicado a noticias y actividades programadas (o al menos no lo hacen de forma fácil: yo no he encontrado esta información). Tenemos que recurrir a las notas de prensa de la Concejalía de Cultura para encontrar referencias al que este año es un amplio programa de actividades en el que destaca una representación teatralizada en el Museo Julio Romero de Torres o un homenaje a Manolete en el Museo Taurino.


Amplio y variado es también el programa que ofrece el Museo de Bellas Artes de Córdoba. Destaca en primer lugar la exposición centrada en la familia Romero de Torres y el 98, programada para conmemorar el 150 aniversario de la creación del museo. Además, durante todo el mes de mayo podemos disfrutar en el centro de una intervención artística de Miguel Ángel Moreno, dentro del programa específico "Patios de cultura", que trata de contribuir a través de los museos cordobeses a las tradicionales fiestas de los patios, declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y una de las más destacadas del festivo mayo cordobés. También directamente relacionadas con los paisajes culturales está la conferencia que mañana jueves 19 de mayo, a las 19 h., se centrará en la evolución del paisaje urbano de la Plaza del Potro, y la actividad para familias titulada "Museo y río, vecinos y amigos".

El Museo Arqueológico, por su parte, también ha diseñado un intenso programa de actividades. El tradicional concurso de relatos, representaciones de títeres y un taller de elaboración de cerámica a mano son algunas de las celebradas en estos días. Dentro del programa "Patios de Cultura", el primero de los espacios abiertos del Palacio de los Páez de Castillejo se abre al público sirviendo además, esta tarde, para la presentación de un video-mapping creado por Javier Flores y Rafael Blanco. El domingo 29 de mayo, la presentación de la "Pieza del Mes" estará dedicada al ajuar de la tumba de la pastora, de Castro del Río. De esta forma el museo se acerca al sur de la provincia al igual que la exposición temporal "Iter ab Corduba Toletum", que permanecerá abierta hasta el próximo 26 de junio y está organizada en colaboración con el Museo PRASA Torrecampo, ilustra sobre los paisajes culturales del norte de la provincia.

Un amplio programa de actividades que, en definitiva, nos demuestra que los museos son centros muy vivos al servicio de la sociedad.




miércoles, 11 de mayo de 2016

Iter - 4. Las cartelas



El diccionario de la Real Academia define "cartela" como pedazo de cartón, madera u otra materia, a modo de tarjeta, destinado para poner o escribir en él algo. En cualquier exposición, las cartelas son esas pequeñas etiquetas en las que se informa individualmente sobre cada una de las piezas expuestas.

Aunque las fichas de las piezas participantes en la exposición se preparan en las primeras fases de trabajo, normalmente la colocación de las cartelas que identifican cada uno de los objetos es una de las últimas tareas que se realizan durante el montaje de la exposición. E incluso se imprimen e instalan en el último momento, lo que nos permite un cierto margen de juego con la disposición final de las piezas dentro de su vitrina. Esto era impensable hace unos años, pero en la actualidad los teléfonos inteligentes, la disponibilidad de materiales muy diversos y los medios de impresión digital hacen posible disponer en un par de horas de cartelas en las que, si es necesario, podemos incluso integrar una fotografía de la vitrina ya montada para permitir la fácil identificación de los objetos.

Si los paneles y textos de la exposición sirven para guiar al visitante por el discurso expositivo, la función de las cartelas es totalmente diferente: buscan ofrecer una información básica sobre cada una de las piezas considerada de forma individual, independientemente de los mensajes que trata de transmitir la exposición en su conjunto. Son textos muy resumidos pero ¿qué información deben transmitir?

En general, para definir qué información tenemos que integrar en las cartelas debemos pensar en el público al que están destinadas. Cuando comencé a trabajar en el Museo Arqueológico de Córdoba, hace ya muchos años, los objetos de la antigua exposición permanente estaban identificados por sus correspondientes cartelas en las que constaba el número de inventario y la procedencia. Cualquier visitante que se acercara a un capitel romano podría leer en la pequeña etiquetita que lo identificaba, por ejemplo, "9638. Cuesta de Pero Mato". Estupefacto se quedaba el visitante al enfrentarse a estos códigos incomprensibles. ¿El motivo? Pues que las cartelas no habían sido ideadas para informar al público, sino únicamente para facilitar el trabajo de identificación a los propios técnicos del museo.

En esos mismos años podíamos encontrar cartelas que ya pretendían informar al visitante, aunque ¿a qué tipo de visitante? Recuerdo una visita por las salas del museo con Roselló Bordoy, autor de un Ensayo de sistematización de la cerámica árabe de Mallorca que todos seguíamos en aquel tiempo a pies juntillas. Y su cara de horror al comprobar cómo también en Córdoba repetíamos en las vitrinas dedicadas a la cerámica andalusí una información sobre clasificación tipológica ("formas abiertas", "formas cerradas"...) que podía ser útil en una excavación arqueológica, incluso en la catalogación de los objetos, pero que carecía de cualquier sentido para el gran público. Al contemplar aquellos textos, Roselló llegó a comentar que si hubiera llegado a saber cómo se iba a generalizar el uso de su clasificación tipológica, nunca habría escrito ese libro. No tenía razón: ¿qué había sido de nosotros sin la guía de la cerámica mallorquina? Y no tenía razón porque la culpa la teníamos nosotros, al intentar ofrecer "lo más" en investigación en un lugar inadecuado. Aunque entiendo su enfado, porque explicar al visitante -como lo hacíamos nosotros- que, según el gran especialista, un jarro era "forma cerrada" y un plato "forma abierta" tenía su miga...

Hoy en día, los estudios tipológicos sobre materiales diversos de casi todas las épocas históricas nos permitirían ofrecer una información mucho más precisa. Pero ¿serviría para algo? Yo creo que no. O, en todo caso, sólo serviría para demostrar al visitante que nosotros sabemos más que él. Y personalmente es algo que me horroriza. Independientemente de que ¿aporta algo al público saber que un determinado objeto se clasifica según un eminente arqueólogo alemán como forma 53-2/b? ¿No sería más interesante decirle, pongamos por caso, que ese plato tan grande es una fuente de cerámica utilizada para el servicio de mesa?

Con más o menos razón -para gustos, colores- nuestra opción en esta exposición ha sido priorizar, en la mínima información que podíamos ofrecer en las cartelas, aquellos datos que pudieran ilustrar sobre el uso de los objetos. Con esta misma finalidad, en los dibujos realizados por José María Serrano incluimos algunos detalles de piezas expuestas. Y, por las propias características del discurso expositivo, incluimos también información sobre los yacimientos de procedencia en aquellos casos en los que contamos con este dato.

La mayor dificultad, por el pequeño tamaño de los objetos, nos la ofrecían los anillos con simbología paleocristiana, por lo que en este caso optamos por una cartela en vinilo de gran tamaño que incluía reproducciones fotográficas de detalle.


jueves, 28 de abril de 2016

Iter - 3. ¿Qué queremos contar?


Una exposición tiene que contar una historia, desarrollar un discurso. Y ¿qué historia hemos pretendido contar con esta exposición sobre Los Pedroches y el norte de Córdoba en época visigoda? Como ya he comentado en anteriores entradas, lo que nos parecía fundamental era destacar la importancia de una zona geográfica tradicionalmente olvidada en una época histórica mal conocida.

Porque entre los siglos V y VIII Los Pedroches no fueron una zona aislada, ni pobre, ni culturalmente atrasada.



1. "Los pueblos bárbaros".


De manera muy resumida, en el primer bloque se plantea cómo una serie de pueblos extranjeros ("barbari" para los latinos) ocuparon el solar de lo que habían sido las provincias romanas de Hispania. Pero la transición del mundo romano al bárbaro no supuso una ruptura total, y los diferentes pueblos germánicos mantuvieron múltiples contactos (no siempre pacíficos, es cierto) entre sí y con lo que quedaba de la antigua romanidad: el mundo bizantino.

A través de una serie de placas de cinturón colocadas sobre un dibujo abocetado del Mar Mediterráneo, podemos comprobar cómo influencias procedentes de lugares muy diversos acabarán convergiendo en estas piezas procedentes de Los Pedroches.

2. La economía.


Cuando pensamos en el período comprendido entre el fin del Imperio Romano y la conquista musulmana, tradicionalmente tendemos a imaginar un mundo oscuro, pobre, bárbaro. Un mundo en el que las grandes rutas comerciales y las producciones imperiales han dejado paso a una economía de subsistencia, basada únicamente en mercados locales. Por eso nos interesaba destacar cómo algunos elementos arqueológicos procedentes de esta zona intermedia entre Córdoba y Toledo nos muestran cómo se mantuvieron los intercambios comerciales, o cómo se fabricaron aquí objetos (cerámica, vidrio, metales) con un alto grado de dominio técnico y una cuidada estética.

No en vano, de entre todos los vidrios conservados de esta época, la mayor concentración está precisamente en las colecciones Riesgo y Aulló, en Los Pedroches. Y ya Palol o Ripoll destacaban hace años la existencia de talleres locales en el norte de Córdoba de donde habrían salido algunos de los bronces más significativos que se exponen.

3. Creencias y mundo funerario.


La paulatina cristianización de esta zona está presente tanto en una serie de piezas relacionadas directamente con el culto como en el desarrollo de nuevos programas iconográficos (resulta destacable la iconografía paleocristiana presente en la serie de anillos de bronce o plata que se exponen) o en la generalización de unos característicos ritos funerarios. 

Precisamente es a través de los ritos funerarios como más fácilmente podemos comprobar la expansión del cristianismo. En Los Pedroches conocemos un gran número de pequeñas necrópolis en las que, a pesar del interés mostrado en ciertas ocasiones por las autoridades religiosas por acabar con antiguas costumbres, suelen aparecer ajuares funerarios formados por cerámica, vidrio y en ocasiones objetos de adorno personal.

4. Lo que nos queda por saber.


El último bloque de la exposición lo dedicamos a explicar qué se ha investigado hasta el momento en Los Pedroches. Destacando tres yacimientos esenciales: Majadaiglesia (Las Cruces, El Guijo), El Germo (tras La Chimorra, ya en término de Espiel) y La Losilla (Añora). Y, sobre todo, el ingente trabajo de excavación (más o menos metódica, menos "científica" de lo que hoy nos gustaría) de necrópolis de esta época realizada durante la década de los 20 del siglo pasado por Ángel Riesgo. Que nos ha aportado una colección impresionante (fundamentalmente cerámicas y vidrios) hoy dividida entre el Museo Arqueológico de Córdoba (antigua Colección Riesgo) y el Museo Arqueológico Nacional (antigua Colección Aulló). Precisamente a la Colección Riesgo se dedica la última de las vitrinas de la exposición.


Para terminar, cerramos la exposición con una verdadera declaración de intenciones:

Conocemos yacimientos, a veces desde antiguo, que esperan ser investigados. Muchos de ellos nos han proporcionado piezas que hoy se conservan en el Museo Arqueológico de Córdoba, en el Museo PRASA Torrecampo o en el Museo de Historia Local de Villanueva de Córdoba. Todo un mundo por descubrir, para el que esta exposición sólo pretende ser una pequeña introducción.



jueves, 21 de abril de 2016

Iter - 2. ¿Cómo se hace?



Una exposición temporal, por pequeña que sea, requiere mucha preparación. Mucho trabajo, en el que participa mucha gente. En primer lugar, es necesario definir cuidadosamente qué es lo que se quiere contar. En mi opinión, es fundamental establecer con claridad qué idea general queremos transmitir, qué queremos contar y cómo vamos a hacerlo, para evitar caer en el error de colocar simplemente unos objetos de mayor o menor belleza dentro de una serie de vitrinas. De la definición inicial de la idea, la articulación del discurso de la exposición y, en definitiva, la supervisión de todo el trabajo se encargan los comisarios. En nuestro caso, conjuntamente con la coordinadora de la exposición (todos los nombres se recogen en la ficha técnica adjunta). Y, si queremos mejorar los resultados, siempre es conveniente contar con colaboración técnica de otros profesionales.

Una vez definido qué es lo que queremos transmitir con la exposición, los comisarios se encargan también de realizar una selección de piezas que, en la muestra, deben funcionar como "palabras" con las que se forma el discurso. Este trabajo lleva su tiempo, porque además del propio proceso teórico de selección, ahora debemos empezar a tener en cuenta los recursos disponibles; en primer lugar, el espacio que vamos a utilizar; en segundo lugar, el presupuesto con el que se cuenta para hacer frente a los costes de seguros, transporte y montaje. En definitiva, pasar del logos al graphos, de la idea a lo tangible, de la pantalla al espacio real.

Es el momento de proceder al estudio de las condiciones de conservación y seguridad de la sala, solicitud de préstamo de piezas a los museos participantes (sus directores pueden aceptar o denegar todo o parte del préstamo; y de las piezas prestadas, proporcionan a la organización una ficha completa incluyendo informe de conservación...), comunicación o tramitación de permisos de salida de las piezas ante la administración competente, tramitación de los seguros, del sistema de transporte, de los viajes de los representantes de los museos prestatarios que actúan como "correos"... Y, paralelamente, hay que ir preparando los textos, escogiendo el diseño general de la exposición, redactando (resumiendo, resumiendo... que algunos siempre tendemos a escribir demasiado). Todo, para que cuando lleguen las piezas, los montadores... cada elemento tenga su lugar perfectamente definido.

En nuestro caso, contamos con grandes profesionales, formando un verdadero "equipo" que ya había funcionado en varias exposiciones anteriores. El trabajo de coordinación de Lola Baena, la colaboración del equipo técnico del Museo Arqueológico y el diseño de Paco (Zum Creativos) son una verdadera "máquina expositiva". En muchas ocasiones, los comisarios se quejan de la dificultad de trabajar con diseñadores y empresas de museografía. Los primeros, siempre atentos a la imagen y al discurso; los segundos, a la estética final de la muestra. En nuestro caso, ya os digo: ¡una máquina! Creo que, teniendo en cuenta los recursos con los que contábamos, cada pieza - palabra cumple la función que comisarios y coordinadora le habíamos asignado (si hay algún fallo en el discurso, es responsabilidad únicamente de los comisarios). Y todo ello ofreciendo una imagen magnífica.

Teniendo en cuenta la idea central que queríamos transmitir, el reducido tamaño de la sala nos obligaba a articular un discurso breve, sencillo, casi telegráfico. Y escogimos 4 bloques temáticos para contar 4 ideas clave, los pueblos bárbaros, la economía, las creencias y la investigación sobre esta etapa en Los Pedroches, que intentaré desarrollar más adelante en otra entrada. Necesitábamos, pues, 4 mini-espacios expositivos. Que podríamos ordenar en función de los cuatro puntos o cardinales o... de una de las manifestaciones socio-político-religioso-culturales más importantes del momento: la cristianización del territorio. De ahí que, simbólicamente, las cuatro vitrinas se unieran en una sola en el centro de la sala, adoptando forma de cruz latina.




martes, 19 de abril de 2016

Iter - 1. El porqué de una exposición



Hasta el próximo 15 de mayo puede verse en el Museo Arqueológico de Córdoba la exposición Iter ab Corduba Toletum, centrada en la comarca de Los Pedroches en época visigoda. Llevo un tiempo un poco liado, y aparte de anunciar la muestra publicando el cartel, poco he dicho hasta ahora sobre la exposición. ¡Con lo que a mí me gusta contar lo que hay detrás de lo que se ve!

Se trata de una exposición de pequeño formato, integrada dentro del programa de difusión del Museo Arqueológico de Córdoba, que entre otras cuestiones pretende completar con estas actividades su reducida exposición semi - permanente que se centra especialmente en la propia ciudad de Córdoba. El pequeño formato tiene una explicación física: mientras no se ultime la remodelación del Palacio de los Páez de Castillejo, la reducida aula didáctica es el único espacio disponible para exposiciones temporales. Ya conocía lo que supone montar una exposición en este lugar. De hecho, incluso alguna de las piezas del Museo PRASA Torrecampo que se exponen ya se había mostrado en esta sala en una exposición temporal anterior (Mugawwar & Corduba, a la que dediqué varias entradas en el blog entre las que os destaco ésta sobre las no siempre fáciles relaciones entre Córdoba y Los Pedroches). Y también en esta ocasión estoy muy satisfecho del resultado.

Pero ¿por qué Los Pedroches? Y ¿por qué esta etapa histórica? En general, porque son espacios y tiempos demasiadas veces olvidados. Intento explicarlo un poco más detalladamente.

Los años que van entre la instalación definitiva de los pueblos "bárbaros" (que no significa otra cosa que "extranjeros") en la antigua Hispania romana, que podemos situar por buscar una fecha cerrada en el año 411, y la entrada de los musulmanes en el 711 han sido, hasta hace poco tiempo, un período muy poco atractivo para los historiadores. Tan poco atractivo, que incluso tenemos problemas para ponerle nombre. Parece que en estos momentos se impone denominar a este tiempo como "Antigüedad Tardía", algo que a mí, sinceramente, no me gusta. Y no me gusta, intentando ser objetivo, porque creo que puede crear confusión con otro término generalmente aceptado, el del mundo "tardorromano", que no es exactamente lo mismo. Y, sobre todo, porque me da la sensación de que la catalogación de "tardía" introduce un cierto matiz peyorativo: tardío, decadente respecto al período clásico.

Además -no siempre pretendo ser objetivo-, no me gusta "Antigüedad Tardía" para catalogar un período que siempre me ha atraído personalmente. En las "invasiones bárbaras", en el asentamiento de estos pueblos a la caída del Imperio Romano en diferentes áreas de Europa y en la formación de unas estructuras económicas, políticas y sociales diferentes ("proto-feudalismo", se le ha llamado en algunas ocasiones) está la base de nuestra Edad Media. Y yo, que soy medievalista, no estoy muy por la labor de aceptar sin quejas catalogar de "antiguos" a estos 301 años. De hecho, recuerdo que hace unas décadas, quienes desde el medievalismo se acercaban a este período llegaron a llamarlo "Muy Alta Edad Media". Sin mucho éxito, todo hay que decirlo, porque la verdad es que tampoco suena demasiado bien. Y aquí lo dejo.

El caso es que, desde hace años, los pocos que han centrado sus miradas en esta etapa no han sabido muy bien qué nombre darle. (¡Con lo fácil que es hablar de época romana o de época andalusí!). Ya en 1925, cuando cuando Manuel Aulló publicó un artículo sobre las cerámicas de esta época salidas de las excavaciones de Ángel Riesgo en Los Pedroches, las catalogaba como "post-romanas o proto-medievales". Y la indefinición la recogerá años más tarde Ana María Vicent, que titula un artículo sobre estas mismas cerámicas, integradas en la "Colección Aulló" del Museo Arqueológico Nacional, como "postromanas preislámicas". Está claro que así no se pillaban los dedos, pero permitidme que os dé mi opinión personal: cuando definimos una etapa histórica por lo que no es quizá sea porque no tenemos muy claro qué es lo que sí es.

Y ese es uno de los objetivos principales de esta exposición: dar a conocer, siquiera mínimamente, una época, una cultura, demasiadas veces olvidada. Utilizando, aunque sea, un término que a mí es el que menos me molesta, aunque soy consciente de que no es del todo propio: "época visigoda". Un término, reconozco, no totalmente exacto, porque quienes se asientan en el siglo V en el solar de la antigua Hispania no son propiamente visigodos, sino un conjunto de pueblos bárbaros entre los que destacan en los primeros momentos Suevos, Vándalos y Alanos; porque no sólo hay bárbaros, además, sino que durante este tiempo la presencia bizantina fue muy destacada; porque la mayor parte de la población, en fin, ni era bárbara ni bizantina, sino descendiente de los hispanorromanos que habían poblado anteriormente estas tierras. Pero, a fin de cuentas, un término (el de época visigoda) con el que creo que todos podemos entenderlos sin molestar demasiado (lo reconozco: al menos, sin molestarme demasiado a mí).

El olvido en el que hemos tenido a estos 301 años en la historia de Córdoba quizá no sea demasiado difícil de entender. Ante la importancia de Corduba, convertida en la capital de una de las provincias más ricas e influyentes del Imperio Romano, y de la Qurtuba andalusí, capital de uno de los Estados más desarrollados de la Alta Edad Media ¿no es fácil olvidarse de un triste período intermedio que no nos ha dejado nombres tan fastuosos como los de Claudio Marcelo (y restos tan bien situados como los del Templo Romano de la calle que lleva su nombre) o los de los Abderramanes (y esa Mezquita...)? Así ha sido durante décadas. Y, en parte, así sigue siendo aún.

Si nos centramos en un tiempo casi olvidado ¿qué decir del espacio? ¿Qué decir de Los Pedroches? Aislado desde el siglo XVIII, cuando por diferentes intereses se abandonan los pasos naturales más aptos para comunicar la Meseta con el Valle del Guadalquivir, resulta difícil incluso justificar el estudio de la Historia de esta comarca. Y ya no digo compararla con la importancia de Toledo, capital del reino visigodo de Toledo, o con la Córdoba capital Omeya. Pero, si estas ciudades eran tan importantes ¿qué pasaba en el espacio surcado por los principales caminos que las comunicaban? ¿Era una zona tan atrasada en un tiempo que ya de por sí nos parece atrasado?

Así nació la idea de montar una pequeña exposición sobre Los Pedroches en época visigoda. Si conseguimos despertar el interés por la historia de este espacio y de este momento histórico, habremos cumplido nuestro objetivo.