Equipo de la Real Academia de la Historia (foto: Revista de Arte) |
Las críticas al contenido de algunas de las entradas del Diccionario Biográfico han provocado una reacción de “cierre de filas” de algunos de los autores y la aparición de textos de carácter reaccionario en algunos de los medios de comunicación más conservadores. Dejando a un lado las declaraciones del director de la RAH -Gonzalo Anes- que tienen suficiente entidad como para dedicarles una entrada independiente, la negativa a admitir ningún tipo de críticas puede ejemplificarse en la opinión publicada por Luis Suárez en el diario La Razón con el expresivo título de “se ha instalado el odio a España”. Nuevamente España son unos pocos, y quienes no pensamos como ellos somos la anti-España. Me apena especialmente que el firmante de esta opinión sea uno de los más destacados medievalistas del siglo XX español.
Desde las páginas del ABC de Sevilla, otro de los artilleros defensores de las esencias patrias carga contra el rojerío historiográfico: “¿Usted no sabe que la Historia hay que escribirla como ellos quieran?” Un buen ejemplo de cómo sin ninguna información se pueden publicar artículos pretenciosos que insultan de forma indiscriminada, en este caso al conjunto de historiadores (de derechas, de izquierdas y “de Pecuarias” como decía el otro día un amigo mío) que han mostrado alguna crítica ante los errores del Diccionario.
Sin embargo, en el ámbito político las reacciones han sido bastante claras. José María Lassalle, portavoz del PP en la Comisión de Cultura en el Congreso declaró a El País que "El respeto de la autonomía institucional de la Real Academia de la Historia y de la autoridad científica de los investigadores que han elaborado los trabajos, no es incompatible con el hecho de que la mayoría de los ciudadanos españoles consideremos a Franco un dictador".
El martes 31 de mayo, diferentes medios (1, 2, 3 y 4, por ejemplo) se hicieron eco de la demanda del Gobierno para que se modifique la redacción de ciertas entradas, entre ellas las de Franco y Azaña. En los días siguientes, diferentes grupos políticos entraron la polémica: mientras IU pide la retirada total del diccionario, el PSOE solicita desde el parlamento que se frene su difusión mientras se realiza una revisión completa de la obra (ver noticias, 1 y 2). En su respuesta a las preguntas tanto de IU como del PNV, el Ministro de Educación Ángel Gabilondo fue tajante en el Parlamento: "sin duda, esto no se ha hecho bien" (la crónica de la sesión, también en El Mundo y El País). Y son muchos los intelectuales -de diferentes tendencias ideológicas- que han criticado duramente la manipulación de la historia a traves de esta obra; entre ellos, Mario Vargas Llosa, José Luis Cuerda, Fernando Savater, Antonio Muñoz Molina o Javier Cercas.
Mucho más interesantes que estas reacciones políticas me parecen las reacciones de los historiadores.
Desde el momento en que comenzaron a conocerse los primeros datos de algunos de los textos publicados en el Diccionario Biográfico, las reacciones de numerosos historiadores no tardaron en aparecer. Antonio Elorza, historiador y catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid puso en cuestión el sistema de selección de autores para el diccionario, afirmando en el diario El Mundo que los textos se encargaron a “los amigotes”. Una práctica habitual en el mundo editorial, pero que para Elorza no es admisible cuando lo que se juega es el dinero público. Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza habla de manipulación intencionada de la Historia, con un discurso similar al de Ángel Viñas, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, que da a su artículo en el diario Público el significativo título de “vuelve la seudohistoria”.
En el Diario Córdoba, un historiador tan poco sospechoso de izquierdista como José Manuel Cuenca Toribio, catedrático de Historia Contemporánea de la UCO, es entrevistado también sobre la polémica. Alude en la entrevista a un aspecto muy secundario y que, para mí, entraría en un debate historiográfico de altura, en el que poco podemos decir quienes no somos especialistas en esta etapa concreta, la de delimitar el apelativo concreto de “autoritario” o “totalitario”. Dejemos a los especialistas que opinen sobre ello, porque es una cuestión sujeta al debate científico. Sin embargo, Cuenca sí aborda el debate de fondo, al definir el franquismo como dictadura y a Franco como dictador, y al reconocer (como no podía ser de otra forma) que la represión fue un método utilizado por la dictadura.
Con la seriedad y el rigor que caracterizan sus opiniones, el también Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Córdoba Antonio Barragán critica en otro artículo de opinión publicado por el Diario Córdoba a quienes se consideran "guardianes de la historia". Defiende la calificación clara de "dictadura" para el régimen de Franco y opina, coincidiendo con la opinión que yo mismo publiqué en una entrada anterior, que la polémica resulta muy dañina para la consideración social del oficio de historiador. De hecho, ya hay quienes han levantado la voz defendiendo la necesidad de privar a los historiadores de la función de interpretación de nuestro pasado. En un artículo publicado en el Diario Público, que firma la "Asociación Contrapunto", se llega a reivindicar el "derecho a participar en la construcción colectiva del pasado". Mucho tendremos que trabajar ahora los historiadores para explicar que es imposible construir el pasado; todo lo más podemos intentar interpretarlo, para que la experiencia nos ayude a construir el futuro. Son los peligros de la polémica, que termina poniendo en duda la credibilidad de la gran mayoría de los historiadores, que somos contrarios a la manipulación política e interesada dirigida por unos pocos.
Con la seriedad y el rigor que caracterizan sus opiniones, el también Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Córdoba Antonio Barragán critica en otro artículo de opinión publicado por el Diario Córdoba a quienes se consideran "guardianes de la historia". Defiende la calificación clara de "dictadura" para el régimen de Franco y opina, coincidiendo con la opinión que yo mismo publiqué en una entrada anterior, que la polémica resulta muy dañina para la consideración social del oficio de historiador. De hecho, ya hay quienes han levantado la voz defendiendo la necesidad de privar a los historiadores de la función de interpretación de nuestro pasado. En un artículo publicado en el Diario Público, que firma la "Asociación Contrapunto", se llega a reivindicar el "derecho a participar en la construcción colectiva del pasado". Mucho tendremos que trabajar ahora los historiadores para explicar que es imposible construir el pasado; todo lo más podemos intentar interpretarlo, para que la experiencia nos ayude a construir el futuro. Son los peligros de la polémica, que termina poniendo en duda la credibilidad de la gran mayoría de los historiadores, que somos contrarios a la manipulación política e interesada dirigida por unos pocos.
Finalmente, en medio de la algarabía mediática creada, la RAH decidió admitir, en la sesión de su Junta de gobierno del 2 de junio, que es necesaria una revisión historiográfica y editorial. Aunque sin retirada de los tomos editados ya del diccionario.
1 comentario:
Una entrevista del Diario Córdoba aprovechando el tirón:
http://www.diariocordoba.com/noticias/noticia.asp?pkid=645789
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