Chozo de pastor. Foto del blog Toledo Olvidado |
Podemos imaginar al Pedroche del siglo XIV como una comunidad rural de reducido tamaño, pero que domina un extenso territorio en su mayor parte sin explotar. El núcleo de población estaría rodeado por un pequeño cinturón de dedicación agrícola, el ruedo, en el que se situaría la dehesa boyal, espacio dedicado en exclusiva a ofrecer los pastos a los ganados de labor (mulos o bueyes, de ahí su nombre) de los vecinos. Más allá encontraríamos el bosque adehesado en el que los pastores llevarían cada día a alimentar sus ganados. Más lejos aún, los extremos una amplia extensión de bosques cerrados, sin aprovechamiento.
El aumento de pobladores en Pedroche supondría un incremento de la presión sobre la tierra: se amplía el cinturón de huertas, viñas y hazas de cereal que forman el ruedo de la población, y poco a poco los pastores deben desplazarse más lejos del pueblo en busca de pastos para los ganados. El paisaje de dehesa avanza comiendo terreno a los antiguos montes bravos. Comienza en este momento un proceso de dispersión del poblamiento, de nacimiento de incipientes núcleos que, en algunos casos, terminarán dando lugar a la formación de los diferentes pueblos de la comarca. Veamos de forma resumida cuáles son esos pasos.
1. Chozos y chozas de pastores. Llegará un momento en que los desplazamientos de los pastores a los pastos cada vez más lejanos les lleve a levantar estructuras efímeras en las que pasar la noche varios días a la semana: los tradicionales chozos de pastores. A menudo, en las zonas de pastos más alejadas, varios pastores concentran sus chozos en un área reducida, cercana a los caminos principales y a los puntos de abastecimiento de agua (pozo, arroyo, etc.). De esta forma facilitan la defensa del rebaño.
2. Casas Pajizas. Al continuar este proceso de aumento de pobladores y búsqueda de pastos más lejos de Pedroche, determinados núcleos de chozos situados en zonas especialmente benignas tenderán a convertirse en núcleos estacionales, de carácter semi-estable. Los chozos se amplían y se construyen con intención de que su estructura básica perdure para la próxima estación de ocupación. Poco a poco, estos poblados irán cambiando sus chozos por casas pajizas, con muros de piedra y cubierta vegetal. Ya no estamos ante refugios en los que pasar la noche, sino ante incipientes aldeas con unos pobladores que residen en ellas habitualmente, desplazándose a Pedroche únicamente para cumplir con una serie de obligaciones económicas, civiles o religiosas: asistir a las misas, redactar documentos públicos ante notarios, participar en las fiestas, comprar o vender productos en el mercado, etc.
3. Aldehuelas. Este proceso ha provocado también una transformación en el ámbito territorial más cercano a estas aldehuelas: conforme la población va estabilizándose en el lugar, comienza a resultar necesario establecer un área de dedicación agrícola destinada a producir lo necesario para el abastecimiento de la incipiente población. Un cinturón de huertas, que poco a poco integrarán reducidas parcelas dedicadas al viñedo o cereal comenzarán a formar los ruedos del nuevo núcleo. Comienza así también un proceso de diversificación económica: los pobladores no se dedican únicamente a la ganadería, sino también a la agricultura. Y pronto demandarán la exclusividad en el uso de ciertas tierras para su ganado de labor, es decir, la creación de una “dehesa boyal” propia. Cuando esto ocurre, lo habitual es que Pedroche establezca en el ruedo de la aldea una dehesa boyal que, en teoría, serviría para los ganados de labor de los vecinos de Pedroche y su término, y estaría administrada por el propio concejo de Pedroche.
Evolución del poblamiento comarcal a partir de Pedroche y su antigua aldea de Torremilano (Dos Torres) |
4. Aldeas con concejo dependiente. En la práctica, esa dehesa boyal será aprovechada únicamente por los habitantes de la aldea, que aspirarán a ser quienes tomen las decisiones sobre su administración. Conforme la aldea aumente su población y su capacidad económica asistiremos invariablemente a la formación de una “élite local” que, con el pretexto de administrar estas tierras comunales y simplificar los trámites administrativos, terminará consiguiendo que se adscriba a la aldea un escribano que redacte y de fé de los testamentos y otros actos jurídicos y que la villa nombre lugartenientes de los oficiales públicos. Poco a poco, la aldea va necesitando menos a la villa, y sus habitantes deben desplazarse cada vez con menos frecuencia a Pedroche. La pequeña élite local de la aldea luchará por la independencia de Pedroche y la concesión a su población de un concejo autónomo, sólo dependiente del de la ciudad de Córdoba.
5. Villa. El proceso culmina con la independencia de la antigua aldea, que es declarada villa en sí tras la concesión del privilegio de villazgo. A través de este documento, se dota a la antigua aldea de un sistema municipal dirigido por los propios miembros de la élite local, que coparán los cargos de jurados (2), alcaldes (2) y alguacil (1) de la nueva villa. Sin embargo, la independencia de Pedroche no supone la delimitación de los respectivos términos municipales, que permanecerán mancomunados hasta tiempos muy recientes. Los únicos conflictos que quedan por solucionar son los referidos a las antiguas dehesas boyales, que pasarán a la nueva villa aunque habitualmente no sin resistencia por parte del concejo de Pedroche.
Y también los relacionados con algunos puntos de especial significación: sólo en este contexto resulta comprensible la legendaria evolución del culto a la Virgen de Luna, cuyo santuario se mantiene como lugar de devoción para los vecinos de toda la antigua “tierra del Pedroche”, aunque cada vez más directamente ligado desde el siglo XVI a las antiguas aldeas de Pozoblanco y Villanueva de Córdoba. Como indicara Antonio Merino en un interesante artículo, el santuario se convirtió en “un símbolo comunitario de reivindicación territorial”, adoptado de manera cada vez más estrecha por estos dos pueblos. Quizá por eso Pedroche no fue a por ella. Aunque mañana domingo serán muchos los vecinos de todos los pueblos de la comarca que se acerquen al santuario de La Jara, como hace años, como hace siglos.
Y también los relacionados con algunos puntos de especial significación: sólo en este contexto resulta comprensible la legendaria evolución del culto a la Virgen de Luna, cuyo santuario se mantiene como lugar de devoción para los vecinos de toda la antigua “tierra del Pedroche”, aunque cada vez más directamente ligado desde el siglo XVI a las antiguas aldeas de Pozoblanco y Villanueva de Córdoba. Como indicara Antonio Merino en un interesante artículo, el santuario se convirtió en “un símbolo comunitario de reivindicación territorial”, adoptado de manera cada vez más estrecha por estos dos pueblos. Quizá por eso Pedroche no fue a por ella. Aunque mañana domingo serán muchos los vecinos de todos los pueblos de la comarca que se acerquen al santuario de La Jara, como hace años, como hace siglos.
La Virgen, en el camino. Foto ayto. Pozoblanco. |
1 comentario:
ENHORABUENA, me ha encantado el artículo. Saludos desde Conquista, Mª. F. Conde.
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